lunes, 19 de noviembre de 2018

AstroFAQ básico – Algunas preguntas o dichos frecuentes acerca de Astrología y la Carta Astral

Es común que con el tiempo escuchemos preguntas o afirmaciones que se repiten con cierta frecuencia, muchas provenientes del imaginario popular acerca de la astrología, y otras de algunas praxis a mi criterio cuestionables acerca de esta maravillosa herramienta de conocimiento y transformación. Revisemos brevemente algunas de ellas que he oído o me han llegado personalmente, y que creo pueden aportar a modo aclaratorio para quien tenga inquietudes similares:

1-(Al consultar la carta) “Quisiera saber cuántos hijos voy a tener, si tendré marido/esposa y cuándo me casaré.”

Un momento, por favor. La carta astral es un documento que –como he dicho infinidad de veces- representa un proyecto de vida y sus potenciales asociados. Esto quiere decir que el potencial que finalmente la persona termine viviendo y encarnando está sujeto a múltiples factores, siendo uno esencial, el libre albedrío (sí, el que también nos permite transformar programas transgeneracionales y vínculos kármicos). Mientras más conciencia tomemos acerca del “desde dónde” estamos haciendo las cosas, más posibilidades tenemos. No es lo mismo tener claridad de mi deseo de tener o no tener hijos como parte esencial de una experiencia/aprendizaje que el alma desea tomar en esta vida, que simplemente decir “Quiero ser madre/padre porque….bueno, no sé por qué, quizás porque ya se me pasa el tren y se supone que debo tenerlos, porque es lo que hacen todos”. En la carta revisamos aprendizajes de alma, no caprichos o antojos de pequeños yoes sujetos a creencias culturales o clánicas.

Por otro lado, a menos que seas clarividente, ninguna carta muestra cuántos hijos vas a tener o cuándo te vas a casar, pero sí que podemos indagar con certeza acerca de la maternidad/paternidad, la pareja y su impacto en la persona que consulta, en las tendencias que este documento muestre al respecto y su engrane con lo que esa alma vino a desarrollar en esta vida. Esto último es lo realmente importante, ya que no debemos olvidar que leemos una carta intentando aproximarnos a un proyecto de vida con criterios que vamos a buscar a varios niveles de profundidad más allá de simples condicionamientos culturales, colectivos o deseos controladores de nuestros “pequeños yoes” o egos. Mal les servirá la astrología a estos últimos.


2-"Quisiera saber qué me deparan los astros para este año."

Nada. No te harán la vida feliz si no mueves un dedo ni te la harán desgraciada si antes no abriste tú la puerta interna a la desgracia. Eso de poner a los astros como responsables resulta muy inconveniente, ya que suena como si fuésemos entidades desconectadas entre sí a las que simplemente les pasan cosas. Sí, es cierto: no podemos –ni es necesario- controlar todo lo que ocurre, pero sí tenemos el poder de afrontarlo desde la perspectiva que resulte óptima para lo que pasa momento a momento. Y esto sí que podemos revisarlo con una carta astral como herramienta orientativa en el contexto de un proyecto o plan de vida que se va desarrollando en tiempos y momentos (Y sí… debido a las limitaciones de nuestra mente lineal, por más que esté todo sucediendo en simultáneo, nosotros lo vemos paso a paso y momento a momento).

Por más de este tema, puedes revisar mi artículo anterior “Lo que deparan los astros”.


3-"Quisiera saber cómo me irá en el examen/prueba/entrevista de la próxima semana."

Pues depende. De nuevo aquí caemos en pensar que lo que pasa es ajeno a nosotros. Esto de intentar raptarse la astrología para usarla al servicio de nuestras personalidades (pequeños yoes, egos), no lleva a nada comprensible ni provechoso. Quién es el que quiere saber cómo le irá, en lugar de dedicarse a preparar ese examen lo mejor posible, o a observarse y saber qué es lo que realmente siente y de dónde le viene esa incertidumbre? Generalmente, nuestras personalidades son las que plantean preguntas como la del encabezado, que considero incompletas si es que no van acompañadas por otras. Tal vez mucho más importante es DESDE DÓNDE te estás viviendo lo que planteas: qué significa para ti ese examen, puesto de trabajo? Tiene sentido para ti o lo haces por temor? Cuál es su propósito en tu vida? Ese propósito te hace sentir tranquilidad interna, alegría o sientes que te restringe? Es coherente ese cargo/estudio/trabajo con el momento actual de tu proyecto de vida? En esto sí que podemos adentrarnos con las herramientas astrológicas.

La carta astral se asemeja a un timón. Que esto nos sirva de recordatorio para (re)tomar el timón de nuestra vida, que la astrología también está para eso. 




4-"La astrología sirve también para predecir el futuro."

En ese caso, aquí es posible que no encuentres mucho, ya que la astrología que ofrezco está más interesada en el presente que en posibles predicciones de futuro. En lo personal no me interesa el qué pasará, sino mucho más el “para dónde voy”, y la astrología es mi acompañante en ese camino, ya que de ahí “saldrá” el mañana. Una cosa sí te puedo decir: si te resistes a lo que toca hoy en tu proyecto – que tu ser esquematizó- y te esfuerzas en mantener esa actitud, cerrándole la puerta al cambio, tu infelicidad futura está bastante garantizada, al menos hasta que reconsideres y te abras a lo nuevo. Eso sí que lo puedo “predecir”. Y también funciona a la inversa.


5-"Soy de Piscis y quiero saber cómo andaré con mi novio/a que es de Tauro."

A ver,  A ver. Vamos por partes: Primero y esencial: No existe el “soy de Piscis” (ni de ningún otro signo, en realidad). Lo que quieres decir es que cuando naciste, el Sol estaba en Piscis. Por qué digo esto? Porque para revisar esa pregunta, de ninguna manera puedes tener una respuesta coherente sólo con saber el signo en que está el Sol de tu carta. Para responder, es preciso primero ver TODA tu carta, ya que el proyecto de vida viene dado por TODA la carta, y no sólo por el Sol (y esto sin mencionar tránsitos o progresiones, que marcan momentos). LUEGO -y de ser posible- preciso revisar la carta de tu pareja, si es que la tienes (la carta, no la pareja 😁). Esto como base, si bien se pueden revisar otras cosas, como la carta compuesta. 

Segundo y fundamental: dicho esto, cómo andarás depende de cómo y desde dónde te lo vivas. De nuevo caemos aquí en pensar en la astrología como algo de corte determinista (“Si tengo Sol en X signo y la otra/o en Y signo, nos llevaremos bien/mal”), en lo que tu libre albedrío y voluntad están muy debilitadas, casi ajenas a la ecuación planteada por la relación. Naturalmente, esto no es así.

Con esto claro, ya podemos entrar en la pregunta, y revisar qué dinámicas, patrones y desafíos ofrece esta relación de pareja/noviazgo/lo que sea, y su lugar dentro del momento vivencial actual de quien consulta.

Quizás soy algo insistente en esto, pero no me hago responsable por información de dudosa calidad leída en internet acerca de “Los signos y compatibilidades amorosas” y cosas de ese corte. Hablar de signos no es hablar de astrología. Sí que puede ser entretenido para hacer bromas y abusar de los arquetipos en una conversación de sobremesa o en videos de Youtube o Facebook (Yo mismo me río bastante con estos videos), pero la astrología y el proyecto de vida retratado en una carta astral involucran mucho más que eso.

Por más información al respecto puedes consultar este artículo: ¿Aries es agresivo, Capricornio materialista y Leo egocéntrico?


6-"Una vez fui al astrólogo y me dijo que nunca tendría pareja estable."

Lo siento, de verdad lo siento. No por lo que te dijeron sino porque inadvertidamente has cedido el poder a alguien para que te generase imágenes sobre tu presunto futuro. Quizás sería algo que inconscientemente temías acerca de ti mismo/a (“Encontraré pareja algún día?”) o el hecho te espejó la incertidumbre que sentías al respecto puesto que eso que te dijeron no forma parte de ninguna carta astral ni herramienta astrológica alguna, por lo tanto es harina de otro costal. El propósito de la consulta es servir de guía temporal para afianzarte en tu propio poder creador y gestor de tu vida, y no para tomar irreflexivamente imágenes generadas por otros en base a los potenciales de tu proyecto. Quizás, sin darte cuenta, te subiste a una máquina del tiempo y consultaste a un astrólogo de siglos atrás, cuando se tomaba a la astrología como a un saber determinista, al estilo de un “destino impuesto” frente al que sólo te queda aceptarlo de buen o mal grado.


7- “Saturno, el maléfico mayor, cuando está en caída y mal aspectado al regente…”

Dios mío…Qué he hecho para recibir esto? Estaré en el medioevo y aún no me entero? O es que estaré en el mundo de una película de Disney?

"Muahahaha soy Maléfica!!". Bromas aparte, esta es una Película bastante interesante, se las recomiendo! 

8-"Quisiera ver mi revolución solar para este año."

Muy bien, primero necesito revisar tu carta astral y que me cuentes de dónde vienes y en qué estás, para así ir contextualizando el para dónde vas. Una revolución solar se entiende en el contexto de la carta astral original, del mismo modo que el plano del piso quinto del edificio se entiende en el contexto del plano general del edificio y no por separado como entidad aislada.

9-"Cuándo darás algún curso de astrología?"

Actualmente está en funcionamiento el Curso Anual de Astrología Moderna que comprende tres niveles de un año de duración cada uno, el curso "Astrología para terapeutas" y diversos talleres o monográficos. En caso de formarse nuevos grupos para estos cursos, en este mismo blog encontrarás toda la información. (respuesta actualizada en 9/2021).

Por ahora, estas son algunas de las preguntas o enunciados frecuentes que he recibido en el quehacer astrológico- Si la ocasión lo amerita, podría haber futuras ampliaciones de este listado, ya que la astrología es apasionante. 




viernes, 28 de septiembre de 2018

Lo que deparan los astros


En ocasiones escucho personas que se interesan en la consulta astrológica porque desean saber “qué es lo que me deparan los astros”, como ellas lo dicen. Cuando oigo esto suelo responder: “Nada. No nos deparan nada”. Y es que quisiera aprovechar esta pregunta como instancia para dar un salto desde el paradigma sujeto-objeto como antigua base para aproximarnos a la astrología, hacia un lugar en que enfoquemos la vida como plataforma de experiencias y experimentación, de “procesos” y movimientos, de juegos de energías y de patrones que cambian y se revolucionan, de esquemas que se modifican, se rompen y se vuelven a armar (o no), de ciclos y potenciales, en los que todos participamos a la vez, con nuestras propias obras de teatro llamadas “vida”, de la que somos directores, guionistas y actores, a la vez que también inter-actuamos en las obras de otros. Creo que desde una perspectiva como esta las herramientas astrológicas empiezan a cobrar sentido.

Los astros no están allá afuera, lejos en algún lugar haciendo “algo” que luego “influye” en mí, que estoy acá lejos. Los astros y nosotros somos manifestaciones del universo viéndose y viviéndose a sí mismo. Usamos la astrología como portal de contacto para entrar en el cielo “interno” a partir de claves energéticas y simbólicas multidimensionales (signos, planetas, casas) representadas en los astros “externos” y plasmadas en la carta astral y otras herramientas afines. 

Y es que la carta astral no es exclusiva o privativa de cada uno de nosotros. No hay tal cosa como “mi” carta, si bien funcionalmente lo consideramos así. La carta no nos pertenece, simplemente da cuenta de la configuración energética en la que se despliega el suceso que llamamos vida, a través del momento en que el alma “sella” su entrada al mundo 3D con la primera respiración del aire terrestre y posterior corte de cordón en su flamante cuerpo humano salido de la matriz y ahora independiente de ella: en este momento preciso comienza su proceso de individuación. El nacimiento de esa vida es un suceso dentro del escenario energético mostrado en el mapa natal, como pudiese ser cualquier otro dentro de esa configuración, y sin embargo, único e irrepetible. Cada uno de estos sucesos dará cuenta de los potenciales mostrados en la carta astral de forma diferente y única. Recordemos además que esta última es un documento que nos permite acceder a un despliegue de información. Describe esquemas de energías y fuerzas en movimiento, no es causativa de dichas fuerzas.


Las herramientas astrológicas no colaboran con nuestra sensación de separatividad (“soy un yo separado e independiente de todo y todos”), sino que nos hacen responsables de no olvidarnos de la totalidad del escenario, ya que nos hablan de integración de todo un abanico de energías simbolizadas por los planetas, signos y sus arquetipos, lo que puede resultar un desafío en diversas ocasiones, ya que entre estas energías hay tensiones y diferencias. Y para hacerlo más interesante nuestra mente elemental no suele ayudar, ya que cuenta con mecanismos diseñados para fragmentar y dividir. Y aquí no sirve elegir un camino a la vez que descartamos otro (dualidad y polaridad), ya que en último término la astrología vista de este modo nos llama a integrarlos a ambos, por lejanos o disonantes que parezcan. De esta forma vamos transitando lo que indica la carta con visión de totalidad, y no de forma fragmentada.

La astrología nos desafía, ya que nos insta a mantener una individualidad a la vez que sostenemos la conexión multidimensional con un ámbito de cosas vasto, insondable, de múltiples formas, en el que el afuera y el adentro se muestran como facetas de la misma información; buscamos a los responsables fuera, pero luego nos enteramos que nos estaban ayudando con nuestro proyecto de vida, mostrándonos algo que aún no hemos mirado o integrado. Es decir, algo de lo que aún nos sentimos separados (“yo no soy eso”, “esto no tiene que ver conmigo”). Aquí es donde el astrólogo debe ser lo más claro posible en enmarcar las inquietudes del consultante en el amplio contexto de cosas, a la vez que mantiene en todo momento los pies bien puestos en la tierra, evitando teorías y especulaciones que no vienen al caso. Estamos para asistir al consultante con su proyecto de vida y no para abordarlo con materias teóricas sin sustento práctico.

Dentro? Fuera?
Si queremos pensar en astros, entonces sugiero que el encuentro con lo que simbolizan e indican lo hagamos en el cielo interno, en lugar de verlos solamente como una clase de objetos allá en la distancia que “alguna cosa supongo que harán, que me influya, me favorezca o me aflija” (paradigma sujeto-objeto). Esto último a la larga se presta para que esquivemos responsabilidades y nos focalicemos en el reflejo especular del “afuera” en lugar de incorporar a la ecuación también el panorama del cielo interno, cuyas estrellas y luminares siempre están allí brillando y dispuestos a guiarnos.

En definitiva, cuando alguien pregunta “qué me deparan los astros?” suelo contestar que “nada”, ya que sólo nos informan y nos colaboran, por así decir, a no olvidarnos de nuestro proyecto de vida, que depende esencialmente de cómo lo vayamos viviendo instante a instante, tanto cuando parezca haber movimientos suaves y tranquilos como también en aquellos puntos de inflexión donde la decisión que tomemos lo reconfigurará todo decidiendo así que potenciales serán los que finalmente elegiremos manifestar. Y eso depende de cada uno/a. La carta podrá ser el mapa, pero el timón lo guiamos nosotros.

martes, 25 de septiembre de 2018

Actividades: Montevideo Místico

A continuación el detalle y las coordenadas (qué, cuando, dónde) de la actividad:

Qué: Tengo la alegría de comentarles que estaré presente en la próxima versión del evento "Montevideo Místico", en el mes de Octubre 2018. Mi participación consta de dos partes:
Conferencia astrológica. Click en la imagen para agrandar.

1-Una conferencia didáctica titulada "Astrología para el Autoconocimiento: Qué tiene que 
ver la Astrología conmigo?" Nos centraremos en la astrología y su utilidad en nuestros procesos personales de vida y la forma en que lo cotidiano es también parte de un gran plan trazado por el alma, en donde se revela un sentido y un propósito mayor que todo lo abarca, incluyéndonos a nosotros/as y a nuestras circunstancias. Este proyecto de vida y sus potenciales lo vemos reflejado en la carta astral de cada persona, que es como un mapa de navegación que contiene mucha información y diversas claves que nos facilitan el reconocernos a nosotros/as mismos/as y el navegar la vida (re)conectando con las formas en que se expresa nuestra alma.

La conferencia será muy didáctica, apta para personas con o sin conocimientos previos de astrología, y estará orientada a lo preciso y concreto pero sin dejar de lado la visión de conjunto y de totalidad. Arriba les comparto el afiche de la conferencia.


2-Durante los tres días del evento estaré leyendo cartas astrales en modalidad focalizada. Es decir, si tienes alguna consulta, inquietud o temas que desees revisar de forma personal con tu carta, este es un buen momento! Sólo tienes que acercarte al stand 18 con tus datos (fecha, hora y lugar de nacimiento). A continuación más información en el afiche descriptivo de esta actividad:

El afiche de la actividad. Hacer click en la imagen para agrandar.

Dónde: En el hotel Dazzler de Montevideo – 21 de setiembre 2752, esquina Luis de la Torre (muy cerca de Ellauri).

Cuándo: del 12 al 14 de octubre de 2018 en horario de 12:00 a 22:00. La conferencia didáctica será el viernes 12 de octubre a las 21:00 hrs. en el auditorio del evento. 

Nos vemos allá! 

viernes, 7 de septiembre de 2018

Actividades: Jornadas abiertas de consulta astrológica

Click en la imagen para agrandar.

¿Qué son estas jornadas? ¿en qué consisten? encuentra a continuación la información acerca de esta instancia de contacto con la astrología y sus herramientas a nivel personal y presencial si vives en Montevideo, Uruguay u online si vives en cualquier otro lugar del mundo.


¿Qué es, de qué se trata?

La Jornada abierta de consulta astrológica es una instancia única en su tipo en la que indagar y formular preguntas acerca de cualquier tema o inquietud personal que tenga cada participante, para ser contestadas revisando su carta astral en directo. Recordemos que la carta nos muestra el proyecto de vida de cada persona, con sus desafíos, aprendizajes principales, aptitudes, tendencias psíquicas/emocionales, tiempos y momentos para cada cosa, (junto a un largo etcétera) por lo que es una herramienta orientativa muy poderosa para dirimir conflictos y profundizar en interrogantes.


¿Qué se hace, cómo funciona?

La dinámica es muy simple: al momento de inscribirse para la jornada, cada persona proporciona sus datos (fecha, hora y lugar de nacimiento), con lo que sus cartas son estudiadas con anterioridad a la fecha del evento. El día de la jornada, nos reunimos en grupo y cada participante tiene un tiempo asignado en el que se revisan sus preguntas junto a su carta astral de forma individual, mientras los demás escuchan la devolución del astrólogo. De esta manera, el grupo también se retroalimenta de las inquietudes de cada uno de sus integrantes, que en ocasiones pueden coincidir entre sí o parecerse bastante. De esta manera se conjuga lo macro de un plan de vida, mostrado en la carta, con lo concreto y cotidiano y así “aterrizamos” lo astrológico de una manera pertinente al momento presente de cada persona, ya que la astrología es una herramienta orientativa de consulta cotidiana, y no un saber para tener empolvado en un librero o en meras abstracciones y teorías al margen de las personas y de sus vidas.


¿Qué tipo de preguntas puedo formular?

Cualquiera pregunta que tenga que ver contigo y con tus procesos y situaciones de vida. Por motivos de tiempo, propongo un máximo de dos preguntas por persona en una misma jornada, para respetar también el tiempo de los demás participantes.


¿Qué necesito para participar?

Inscribirte por adelantado y pagar el valor de la inscripción (vía giro Abitab o depósito/transfrencia Brou). Proporcionar tu fecha, lugar (ciudad) de nacimiento e idealmente tu hora, al momento de tu inscripción.


¿Qué es una carta astral?

Una carta astral muestra el proyecto de vida del alma para su actual encarnación, junto con sus potenciales maneras de recorrerlo: los aprendizajes que le interesa revisar, sus retos, posibles dificultades, constitución psíquica/energética, los tiempos de cada momento de este proyecto, etc. Para información detallada al respecto puedes revisar otros posts de este mismo Blog.

viernes, 17 de agosto de 2018

¿Aries es agresivo, Capricornio materialista y Leo egocéntrico?

¿¿Qué??
¿Cómo dice?
Dentro del imaginario popular relacionado con la astrología, es común que tarde o temprano muchos/as escuchemos frases como estas: “Ah, es que Cáncer es manipulador”, “Libra es indeciso”, “Cuidado con Escorpio, son vengativos”. O más aun, cosas del tipo “Las de Piscis viven en las nubes” o “A los/as de Capricornio básicamente les importa el dinero”… como si existiese tal cosa como “Los de Capricornio” o “Las de piscis”.

Este tipo de información abunda a mares en internet y es la que básicamente hace referencia a un abuso de los arquetipos asociados al campo energético que llamamos Signo Astrológico (Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, etc.) al punto de llegar a confundirlo con la totalidad, confundiendo a la vez el saber y las herramientas astrológicas con la mera referencia a estas imágenes: tomar la parte por el todo. Y de paso meter a toda la humanidad en doce bolsas en donde una se llamaría Aries, otra Tauro, la siguiente Géminis y así sucesivamente. 

Hemos de tener muy en claro que lo que configura el proyecto de vida de la persona y lo que nos da información de sus tendencias psíquicas primarias, emocionales, constitución energética y física, aprendizajes/desafíos de vida, etcétera es la Carta Astral y como tal, está compuesta por TODOS los signos y TODAS las energías planetarias asociadas a cada signo, además de todos los otros elementos que la componen (casas, aspectos, tránsitos, etc.) es una totalidad donde cada cosa tiene su lugar y que apunta a la integración, mas allá de aparentes polarizaciones. El universo tarde o temprano nos invita a integrar lo que creemos ver fuera y distante de nosotros. El camino sugerido por la astrología es un camino de integración, de comprender que eso que vemos “fuera” también esta “dentro” y tiene que ver con quien lo observa, es decir, con nosotros/as. Esta es una observación fundamental a la hora de trabajar con nuestra carta astral o al estudiar astrología. El universo siembra semillas de totalidad en cada una de sus partes.

El círculo simboliza la totalidad.
Así es que quizás  no son tan buenas noticias para quien acostumbra decir “Me disgustan los de Virgo/Sagitario/Acuario por tal o cual cosa” porque ¡Oh, sorpresa!: esa energía también es parte del campo energético de potenciales reflejado en mi propia carta. Allí también tengo la energía de Virgo/Sagitario/Acuario en algún sitio. En realidad expresando ese disgusto sólo estoy diciendo que hasta ahora no he visto esa energía operando en mí –y por lo tanto no la reconozco en mi interior- y en consecuencia, la proyecto fuera y se la adjudico únicamente a otras personas o situaciones, que son quienes cumplen el rol de mostrármela en el contexto de mi propia vida. En algún momento la vida nos invitará a preguntarnos “Y si eso que no me gusta y veo en otros, lo tuviese también yo sin darme cuenta?”. Esta pregunta es un portal de entrada a una perspectiva enriquecida e integradora de experiencias, que es justamente a lo que las herramientas astrológicas invitan.

En este punto conviene hacer dos precisiones: la primera es que no hay tal cosa como personas Aries, Tauro o Géminis, simplemente porque nadie refleja sólo una parcialidad del campo energético total mostrado en su carta. Cuando alguien dice “Yo soy Tauro”, simplemente está afirmando que nació cuando el sol estaba en el campo energético correspondiente a Tauro. Nada más. Y el panorama energético reflejado en la carta astral asociada a esa persona está compuesto de doce signos (de los cuales uno es Tauro), doce planetas (de los cuales uno es el Sol), aspectos entre planetas, nodos lunares, etcétera. Es decir, el sol en Tauro es simplemente un componente -prominente, sí, pero sólo uno- del esquema completo reflejado en una carta y de ningún modo basta para pretender elaborar un perfil astrológico de una persona o situación. Trabajamos con la carta astral de cada persona, y no sólo con su sol.

Un signo astrológico representa un campo energético
(arquetípico) asociado a una energía planetaria.

La segunda tiene que ver con lo que mencioné en el título: ¿Aries es agresivo, Capricornio un materialista y Leo egocéntrico?. Ya vimos que no existen personas Aries, Leo o Capricornio pero… ¿y qué pasa con la energía asociada a cada signo? Si tengo sol el Leo -es decir, nací en segunda mitad de agosto o primera de septiembre- entonces ¿el egocentrismo o la autoreferencia son cualidades inherentes a esta energía zodiacal, tal como suele indicarse en muchos textos? Como mencionaba antes, un signo zodiacal es un campo energético que junto a cada uno de los demás configura un panorama completo retratado en la carta astral y sus procesos. Para comprender la energía asociada a los arquetipos de un signo, es preciso conectar con lo que llamaríamos la base o el “tronco” del árbol, es decir, la esencia básica de dicha energía, desde donde las “ramas” vendrían a ser sus potenciales manifestaciones. Desde nuestro punto de vista, una energía zodiacal (que nunca está aislada de las otras, por cierto) funciona o se manifiesta en diferentes niveles y a través de diferentes posibilidades, algunas de las cuales captamos y asociamos a ese signo, y las más habituales conocidas por nosotros en nuestro estado de conciencia actual suelen ser las que encontramos repetidas en muchos textos o manuales de astrología. Sin embargo, se nos escapa el notar que estas energías se expresan también a través de nosotros, de nuestras personalidades, psiquismo, automatismos, etc. y que todo esto condicionará lo que veamos allí. Más aún, nuestra percepción estará teñida, en mayor o menor grado, de nuestras proyecciones y esquemas psíquicos. De aquí que quienes nos dedicamos a la astrología (y los terapeutas en general) debemos estar muy atentos al “desde dónde” estamos percibiendo y gestionando la información.


Entonces, retomando la pregunta anterior, si tengo mi sol en Leo, ¿el egocentrismo empedernido y autoreferente forman parte de dicha energía zodiacal? O si está en Aries, ¿será la agresividad una característica de ese signo? La respuesta a cuestiones como estas o similares se nos aclara cuando vamos a la energía base, o esencial del signo zodiacal: Leo corresponde a una cualidad irradiadora, dadora de vitalidad y calidez, tal como un sol que deslumbra con sus rayos en todas direcciones. Expresión de vida y de la individuación de la forma. Constituye un patrón radial en donde dicha energía irradia desde un centro hacia lo que podemos llamar periferia. Pero esto es una cualidad esencial, general. No implica un egocentrismo galopante asociado. Otra cosa es cuando esta energía es gestionada e irradiada por la persona desde un lugar de “pequeños yoes” (el clásico “ego”) en los que busca colocarse al centro para cubrir supuestas carencias, darse importancia ante otros/as o buscar ser visto o adulado por aquellos. Hay que distinguir la energía de las formas en que la estemos expresando. Son dos cosas diferentes. Es decir, que como humanidad gestionemos la energía de Leo como una suerte de egocentrismo en que me coloco al centro a expensas de otros, no implica ni es equivalente a decir que Leo es un signo zodiacal que trae aparejada en su esencia una presunción y un egocentrismo sin control. Esto es lo que hay que aclarar, ya que se suele confundir tomando una cosa por la otra.

Algo similar ocurre con el otro ejemplo: ¿Aries agresivo? En su esencia, el ariano es un ámbito iniciador de movimientos, de ciclos, de procesos. Es una energía potente y ágil para estos fines. Es la energía del impulso, del estallido y del encendido que da comienzo a algo. De allí que tenga esta cualidad de potencia asociada. Pero de este tronco no surge necesariamente la agresividad como rama, por lo tanto no es una cualidad implícita e inseparable de esta energía. Puede tomar forma a través de la agresividad si es que como humanidad en general e individuos en particular la gestionamos de ese modo. Una forma de expresarse es un potencial posible, pero no debe ser confundida con el campo energético que la genera. 

De este modo, conviene notar que cuando una energía es tomada por algún “pequeño yo” (“ego”) de los muchos que tenemos y persistimos en vivirla fundamentalmente desde allí, entonces podemos ir perdiendo contacto con el proyecto original del alma reflejado en la carta astral, en el que la liberación oportuna de estas energías de las limitaciones inherentes a estos “yoes” serán de gran utilidad en la expresión profunda de los potenciales que esa alma vino a desarrollar/expresar en esta experiencia de vida.

Si queremos adentrarnos en la comprensión del mandala zodiacal con las energías que lo constituyen y sus simbolismos que trabajan en múltiples niveles, es preciso dirigirnos a la esencia de cada energía, aquella que se halla implícita en cada forma en que se manifiesta. Un signo astrológico funciona en múltiples dimensiones y para conectar con él con fluidez, conviene ejercitar nuestra mirada para captar qué es lo que se muestra detrás de las formas y de las manifestaciones de lo múltiple. De esta manera estaremos más cerca de comprender su función, que junto a la de las otras energías zodiacales configura un esquema matemático de procesos asociados al gran panorama de las cosas, al “todo” del que somos una maravillosa manifestación, igualmente completa y holográfica.


miércoles, 1 de agosto de 2018

El esfuerzo y la vocación

Si buscamos “esfuerzo” en el diccionario, este lo define como el “empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades” o también como el “empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin”. Por otro lado, seguro que muchos de nosotros/as hemos oído o nos dijeron cosas del estilo “esfuérzate por lo que quieres buscas/deseas”. O, más enfático aún, “si te esfuerzas duro, serás alguien en la vida” (como si ahora mismo no fueses nadie, dicho sea de paso…).

Y es que desde aquello de “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, suerte de decreto asociado al judeocristianismo, que las generaciones que nos precedieron -y las que los precedieron a ellos- tomaron como una verdad establecida, sin cuestionar ni reflexionar acerca de lo que estaban asimilando al hacerlo, el esfuerzo ha calado bastante en el inconsciente colectivo de muchas sociedades, y cuando eso pasa, tiende a convertirse en información que comienza a tomar vida y transferirse entre inconscientes a través de las cadenas genealógicas como un valor dado y tomado por osmosis. Esto hasta que hay quien comienza a examinarlo, cuestionarlo y resignificarlo, por supuesto.

De la definición y de nuestra experiencia vemos que la noción de esfuerzo usualmente viene asociada a algo pesado, gravoso, a vencer resistencias, al sacrificio, etcétera. Es como si tuviese aparejada de por sí alguna clase de carga que hubiese que soportar lo suficiente para conseguir algo (ser alguien en la vida, un objetivo, encontrar tu vocación y lugar en el mundo, etc.).

Pero… ¿es útil la noción de esfuerzo a la hora de hablar de vocación? Si entendemos vocación como todo aquello en que nos sentimos llamados/as a poner nuestras energías y corresponde a la forma en que mejor se expresa nuestra alma (ser interior, espíritu, esencia…) instante a instante, entonces afirmo que la respuesta es no. ¿Por qué? Pues simplemente porque se trata de no perder la conexión con lo que naturalmente emana de la esencia en nosotros, y eso siempre es natural, fluido y no requiere de ningún tipo de esfuerzo ni sacrificio asociado. Es más, muchas veces posicionarnos desde un lugar de deber/obligación (“tengo que ser/hacer/lograr tal o cual cosa”) sólo contribuye a limitar o bloquear dicha conexión, que viene “de fábrica”, dicho sea de paso.


Quizás todo es más simple de lo que pensamos.
A raíz de los condicionamientos recibidos desde que nacemos (y desde antes, con el “proyecto sentido”) y luego reforzados por la información transgeneracional de nuestro árbol, la cultura y el sistema educativo, es común observar que la mente se inquieta mucho al pensar que desplegar y expandir nuestra vocación es lo más simple, fluido y directo del mundo, y que no hay un esfuerzo ni un gravamen implicado: “¿Pero cómo va a ser tan simple, si llevo 10/20/30 años viviendo/estudiando/trabajando y todavía no sé bien lo que me gusta?”. Y es que hemos sido tan condicionados en el esfuerzo que a la mente le inquieta bastante salir de ese esquema y abrirle el paso a lo simple, a lo directo. “Pero, ¿cómo? O sea, ¿dejo de estudiar/trabajar/hacer cosas y me siento en el sofá a ver televisión y a esperar que todo me “llegue del cielo”?” es la típica pregunta que puede surgir entonces en nuestras mentes. La respuesta es que no necesariamente. Quizás alguien hizo eso mismo y salió con alguna(s) idea(s) genial(es), ¿quién sabe?, pero sí que puede sernos adecuado el posicionarnos en un lugar de no esfuerzo y desde allí dedicarnos tiempo a sentir, a sentirnos y a observar qué hay en nosotros/as cuando dejamos de lado los “tengo que” (“...ser brillante en la escuela, ser el mejor en lo que hago, estar posicionado antes de los 30, cumplir las expectativas de mi familia, tener mi vida resuelta lo mas pronto posible...") y los “debo de” ("...ser exitoso, ser popular, cumplir con el perfil requerido por otros, tener prestigio, ser reconocido…") ya que todo esto no son sino formas de condicionar y limitar el flujo vital que fluye por nosotros/as y que es infinito e ilimitado más allá de las formas con las que se presente. Detrás de un “tengo que” y de un “debo de” hallamos un mandato externo -que hemos incorporado como propio- de origen transgeneracional, social o cultural y que es necesario transgredir para encontrarnos con nosotros mismos/as.


Los muros hablan ...
A fin de cuentas, el esfuerzo no es sino un malentendido que cargamos innecesariamente a la hora de encarnar lo que llamamos vocación. ¿Significa esto que no se requiere constancia, fuerza, valentía, vitalidad, actividad, coherencia, capacidad de sostener energías y movimientos internos en el tiempo? De ningún modo. En un camino vocacional estas serán cualidades que requeriremos pero el lugar desde el que surgirán será completamente diferente, ya que no provendrán de la obligación, del deber, o de encajar en patrones de perfección autoimpuestos o tomados de fuera y eso les otorga una cualidad totalmente distinta. Las claves no están en el “qué” ni en el “cómo”, sino en el “Desde Dónde”: en el Desde Dónde hacemos lo que hacemos. Si estamos situados en el lugar interno adecuado, el qué y los cómos se presentarán naturalmente (y de paso nos desafiarán a soltar los miedos que hemos alimentado hasta entonces). Si esto no sucede es porque estamos intencionando desde el esfuerzo -desde el “debo” o “tengo que”- o bien aún no nos hemos tomado el tiempo ni la oportunidad de observarnos, sentirnos y (re)descubrirnos para encontrar en nosotros esa chispa que surge naturalmente y que nos conecta sin escalas con la pasión, el entusiasmo y la alegría de vivir y compartir nuestra esencia aquí, en la tierra y en 3D.

El esfuerzo surge cuando hacemos en desconexión de nuestro ser, obedeciendo a parámetros ajenos a su naturaleza que hemos ido acumulando inadvertidamente. Cuando simplemente somos -y la vida se manifiesta desde allí- no hay esfuerzo. En último término una vocación es simplemente eso: permitir que la vida/la fuente/el universo/dios(a) se manifieste a través de nosotros/as, ya que el poder de crear también está aquí, en nosotros. Y sí, viene “de fábrica”.
 
Si te haces preguntas como “Y yo, ¿para qué soy bueno/a?”, “¿Cuál es mi vocación?”, “¿Cuál es mi pasión? ¿Cómo o a través de qué actividad puedo conectar con mi felicidad?” Aquí hay algunas sugerencias que podrían orientarte:

-Ten en cuenta que el ser viene primero, y el hacer surge desde ahí. En otras palabras, ¿te preguntaste quién estás siendo? ¿Eres quien en el fondo sabes que eres (sí, lo sabes. No te engañes!) o te guías por mandatos? sean estos lealtades inconscientes hacia tu clan, normas sociales, académicas, religiosas, estándares culturales… todas aquellas distracciones del propio potencial.

-No olvidar que siempre tenemos un sistema de guía interna. ¿Cómo te sientes con aquello en lo que pones tu energía? ¿Te sientes pleno, expansivo, apasionado, gozoso, extático, feliz, con deseos de compartir, desaparece el tiempo? Si es así, de seguro que aquello dice mucho de ti y de lo que tienes para compartir y expandirte. Cuando nuestra alma está involucrada vibra en frecuencias como éstas.

-Si no sientes nada de eso en lo que haces ni experimentas alegría al invertir tu energía en ello, dedícate tiempo a ti mismo para observar desde dónde lo haces. Es muy posible que lo estés haciendo desde un mandato que has introyectado (“tengo que”, “debo de”).

-Cuando estamos en el flujo de nuestra alma, podemos cansarnos pero jamás experimentaremos hastío, desazón, ni llegaremos a casa o a la cama agotados con la sensación de que nos han chupado la energía. Si te ocurre frecuentemente esto último, con toda certeza que hay algo en lo que haces que no armoniza con lo que mueve a tu alma. Es un indicador, puesto que cuando lo que somos/hacemos esta en sintonía con ella, las leyes tradicionales de la física se invierten y mientras más hacemos, más energía y entusiasmo tenemos para embarcarnos en nuevos proyectos. Podemos cansarnos, sí, pero los niveles de energía se mantienen altos y en flujo continuo.

-Muchas veces no es lo que hacemos, sino desde dónde lo hacemos lo que marca una total y completa diferencia. No siempre te has equivocado de actividad, sino que simplemente falta encontrar dentro de ella la forma en que tu ser se expresa. Por ejemplo, puede gustarme el piano clásico, pero la rigidez de un conservatorio no va conmigo -ya que también me gustan otras músicas y otras formas de abordar el estudio del piano- por lo que puedo buscar otro modo de hacer que el tocar piano sí sea resonante con lo que siento. Y si dicho modo no existe, puedo crearlo. No siempre encontraremos lo que buscamos en modelos preestablecidos.

-Observa que el modo en que hacemos algo pude cambiar con la práctica y la experiencia. No es estático, es dinámico. Algo que me apasiona y con lo que gozo hoy puede llevarme a otra cosa u a una manera diferente de hacerlo mañana.

-Ten en cuenta que una vocación no tiene por qué concordar necesariamente con lo que existe de la forma que existe. Puede ser algo nuevo, no visto o que no tenga relación con lo que se hace en estructuras establecidas (escuelas, mundo académico, mundo cultural, etc.).


Más agua. Para que no nos olvidemos de fluir.
Y finalmente, si no tienes idea de qué te gusta o cómo tu ser se expresa, puedes probar la siguiente dinámica:

Siéntate, tómate un tiempo para respirar profundo y observar tu respiración a medida que lo haces. Luego, anota en una hoja aquellas cosas que se te dan fluidamente y que traen aparejada una emoción de bienestar que se activa automáticamente cuando las haces (alegría, gozo, entusiasmo, pasión, éxtasis, etc.). Lo que anotes no tiene que ser sofisticado ni académico, sino muy simple y directo (ejemplos: bailar, conversar, enseñar, ser veloz, cuestionar, descubrir acertijos, comunicar algo a otros/as, ser payaso, analizar, etc.)  

Una vez que tengas frente a ti la lista de cosas, tómate el tiempo que necesites para que la pregunta “¿Qué puedo hacer con todas estas habilidades que se me dan naturalmente?” resuene en ti. Visualiza a continuación qué escena viene naturalmente a tu mente. No fuerces nada.

Observa como te sientes en la medida que esas imágenes se despliegan en tu interior. Permíteles mostrarse y expresarse. ¿Sentiste emociones expansivas, gozosas al ver las imágenes? Si es así, es seguro que aquello que viste dice mucho de ti y de cómo se expresa tu alma.  

Para finalizar, puedes preguntarte: ¿Te ves aplicando todo eso en alguna actividad? ¿En algo que hagas/inventes? ¿En cuál(es)? Anota tus resultados sin condicionarlos a que se ajusten o no a lo existente. Es posible que te lleves más de alguna sorpresa con lo que salga de ti en esta simple dinámica.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Lo amplio y lo específico: ¿Cómo se conjugan la astrología y la decodificación biológica?

Mirando al cielo, pero con los pies puestos en la tierra.
Tanto la astrología como el ámbito de la decodificación biológica pueden ser herramientas -junto a muchas otras- de enorme utilidad en cualquier proceso o camino de autodescubrimiento y transformación personal. En mi propia vida, por ejemplo, me ayudan decisivamente a ir encontrando la comprensión y los movimientos que cada paso del camino va requiriendo para poder transitarlo, trabajando así la integridad y la fuerza de la coherencia para recorrerlo de la mejor manera. He notado que muchas veces la inquietud/ansiedad desaparece cuando las piezas caen en su lugar y todo se reafirma lleno de propósito, como si todos los personajes, guiones y escenarios de esa suerte de “obra de teatro” que es finalmente la vida se hiciesen transparentes y dejasen entrever la experiencia y los maravillosos aprendizajes que esta encerraba, más allá de las formas o circunstancias con que se presentasen. Cuando esto sucede, he observado que la paz y la alegría retornan de inmediato a los corazones, antes silenciados por la marea mental del “¿por qué me pasa esto?, ¿por qué de esta manera? ¿qué hago? ¿y cómo lo hago?”. Es una confirmación instantánea y completa, un registro que se siente y no se olvida. Energético, completo y no una divagación mental.

Si bien esta toma de conciencia es instantánea y completa, muchas veces para llegar a ese punto parecemos requerir de un cierto proceso, que más prolongado o intenso será mientras más nos hayamos alejado del plan de vida que nuestra alma trazó, ya sea porque en algún punto nos quedamos anclados mirando al pasado o encerrados en nuestras propias fantasías o idealizaciones de cómo deberían ser las cosas. Cuando insistimos en quedarnos focalizados única y exclusivamente en el “pequeño yo”(que algunas personas llaman “ego”), que tiene como tendencia predilecta el ir a decirle a la vida cómo tendría que ser, incluso intentando “corregirla”, se nos dificulta mucho conectar en profundidad con el plan que nuestra alma ideó, por el sencillo motivo de que los intereses y prioridades del alma son bastante diferentes a las de aquellos personajes y “pequeños yoes” que todos/as tenemos por ahí.

Tomemos por ejemplo las relaciones de pareja. Está muy arraigada en el inconsciente colectivo de muchas culturas la idea de que “una relación de pareja es exitosa si dura una determinada cantidad de tiempo”, o dicho al contrario, que si una relación de pareja dura “poco”, entonces fue un fracaso. Estas son creencias culturales, basadas en la idea de asociar éxito a la permanencia de un vínculo, donde dicha permanencia en el tiempo se vuelve lo más importante. Y luego solemos tomar este criterio rígido como vara de éxito a aplicar en nuestras relaciones personales, con el consiguiente costo emocional si es que sentimos que no lo satisfacemos. Suena bastante absurdo en el papel, pero mientras no estemos encarnando con fuerza los intereses de nuestra alma, tendemos a dejarnos contaminar por este tipo de creencias. Y ni nos percatamos.

Y en realidad tal vez había un acuerdo de almas o una resonancia en que mediante esa relación trabajábamos la pérdida, la excesiva dependencia emocional, la ira, el poder, el manejo energético de la intensidad, de las emociones o de los celos, la conexión a todo nivel y no sólo física… tal vez cerrábamos un vínculo de muchas vidas que ahora cambia de forma y se transforma a una nueva realidad, quizás esa pareja nos ayudó a trabajarnos el apego/desapego, tal vez nos mostró que el amor tiene muy poco que ver con las formas, o había un acuerdo para desarrollar un proyecto común; quizás nos ayudó a entender vivencialmente que el amor no muere y sólo cambia de formas aunque la relación termine, o quizás simplemente estábamos experimentando el amor en el formato pareja. Estas pueden ser profundas experiencias con las que el alma vibre en su camino siempre expansivo y pueden tener muy poco que ver con los criterios con los que habitualmente nos manejamos. A veces esa relación tuvo un lugar puntual y preciso en un instante de nuestra vida y ya está, se vivió y se experimentó tal como podría ser y esto es un éxito tremendo que trae una dicha enorme a nuestra alma… pero allí estamos nosotros midiendo esa experiencia con varas o parámetros que poco o nada tienen que ver con esos propósitos profundos. En ocasiones ese encuentro de almas se vive exitosamente en un instante, en un día, en un año o en toda la vida. El tiempo –más allá de su uso práctico- no existe y lo que no existe no puede tener demasiada relevancia en el mundo de “lo que es”. El éxito de una experiencia depende de lo que identifiquemos como éxito. A menudo llamamos fracaso al éxito, o éxito al fracaso.

La carta astral nos da una mano en recordar por dónde va el plan original trazado por el alma para esta vida precisa y por dónde pueden presentarse los principales aprendizajes y desafíos en los que focalizarnos, ya que junto a ellos viene aparejada la mayor dicha (o, cuando menos, la paz interna), simplemente porque estaremos en sintonía con los propósitos de nuestra alma. Es como mirar al panorama “macro” en donde no hay coincidencias sino sincronías y procesos, donde no hay víctimas ni agresores, sino experiencias elegidas y donde no hay caos sino libertad dentro de un gran esquema.

Y por otro lado, la decodificación biológica y sus herramientas pueden orientarnos en el ámbito de lo preciso, de aquello que por el motivo que sea (bloqueos, fidelidades familiares inconscientes, cargas ajenas, miedos grabados en el inconsciente) pueda estar dificultándonos reconectar con ese plan de vida desplegado en la carta. Nos ayuda a desencadenar una toma de conciencia de los contenidos inconscientes que puedan dificultarnos asumir nuestra individualidad. Nos asiste en dar el paso que corresponda ahora mismo dentro de los posibles caminos de vida trazados y reflejados potencialmente en la carta natal. Ayuda a “aterrizar” lo macro dentro de lo preciso.

Si sabemos para dónde vamos y en qué consiste cada paso a medida que se va desplegando en nuestro presente, podemos transitar nuestro pasar por la vida mucho más en conciencia. Y la conciencia, como se sabe, trae aparejadas una paz y una alegría radiantes y expansivas, no condicionadas a las circunstancias, ya que emanan de nuestra alma.

jueves, 24 de mayo de 2018

La curación y el precio a pagar

Desde algún tiempo me resuena con fuerza una frase que oí en una conferencia de Virginia Blanes –disponible en Youtube-, algo que con certeza muchos/as hemos oído alguna vez: “todo tiene un precio”. En su momento me causo un poco de extrañeza dicha afirmación aplicada a un contexto de desarrollo/transformación individual, pero luego de vivir algunas experiencias personales muy intensas y maravillosas –que me exigieron soltar muchísimas resistencias a los cambios- se me hizo evidente lo que en el fondo aquella frase quiere decir en la práctica.
 

¿A qué viene todo esto? Pues bien, con la enfermedad sucede exactamente como indica esta frase y aquello podemos formularlo así: para curarnos hay un precio. La pregunta verdadera es entonces, ¿estamos dispuestos a pagarlo? Cuando se le pregunta a alguien si desea curarse de su enfermedad la respuesta que seguramente recibiremos el 100% de las veces es “Sí”. No obstante, detrás de esa pregunta se esconde la otra, cuya respuesta decidirá en muchos casos (sobre todo en enfermedades como el cáncer, por ejemplo, en que suele haber un conflicto intenso y sostenido en el tiempo) si esto ocurrirá o no: ¿qué precio estás dispuesto a pagar? Es en este punto donde comienzan a aparecer las resistencias, los “sí, pero…”, los “voy a pensarlo” y comienzan las dudas, los temores a soltar nuestra PERCEPCIÓN de cómo creemos que deben ser las cosas para abrirnos a lo desconocido; como mínimo a un cambio de percepción que lleve a experimentar de nueva forma todo lo que estamos viviendo ahora mismo, en nuestro mundo “interno” y en el “exterior”.
 
Pensemos por ejemplo en un enfermo de cáncer de páncreas. Desde la decodificación biológica sabemos que muchas veces estará relacionado con un conflicto asociado a una vivencia de algo ignominioso, una afrenta o “golpe bajo” que la persona no se esperaba, como por ejemplo una traición, una conspiración laboral, una estafa de un socio de la empresa que se va con el dinero, un engaño con vileza, etc. Si esta persona lleva enferma mucho tiempo, sabemos también que su conflicto está allí, sin terminar de resolverse (de no ser así, estaría sano). En consulta se descubre su gran enfado e ira hacia la persona involucrada en dicha traición, enojo que se niega a procesar y liberar (“mientras esa persona no se disculpe de rodillas, jamás perdonaré lo que me hizo. Está muerta para mí”). Pues bien, si esta actitud rígida sigue su curso y la persona no está dispuesta a pagar el precio consistente en el reencuadre y cambio de perspectiva de la situación que experimentó (la traición, en este caso) y abrirse en la terapia a considerar el aprendizaje implícito en lo que vivió y a resolver sus emociones de otra forma, soltando su esquema mental de creencias de cómo deben ser las cosas -“el otro debe pedirme perdón para yo estar bien”-, el síntoma seguirá siendo la respuesta perfecta con la que su cerebro automático gestione biológicamente el conflicto en el que se halla inmerso, en gran medida gracias a su sistema de creencias, que lo prolonga indefinidamente. (recordemos que la mayoría de las veces lo que nos enferma no es lo que nos ocurre, sino la percepción que tenemos y mantenemos de ello). En casos como este, debemos ser muy claros en mostrar que la curación pide un precio (cambio profundo de perspectiva, experimentar de un modo diferente una misma situación) para así responder con toda franqueza si estamos dispuestos a pagarlo o es demasiado elevado para nosotros y preferimos no hacerlo. Parte del aprendizaje de la enfermedad es afrontarnos con esta consulta y resolverla en conciencia. Y la conciencia es radical: sí o no. No hay “medias tintas”. La curación parte con un “sí” total, completo. Sin reservas.

La situación no es distinta en otros ámbitos: quien es dichoso y feliz ejerciendo su vocación, con certeza ha profundizado en aquellos dones que ahora comparte con el mundo y si esto le ha llevado a redefinirse, pues que así sea. En cualquier proceso de cambio que estemos transitando llegará un momento donde la vida nos preguntará: “¿estás dispuesto a pagar el precio que el cambio que deseas implica?” Para cambiar de estado debemos estar dispuestos a tomar aquellas experiencias que la existencia nos ofrecerá para desmontarnos lo que nos limita y obstruye. Ante esto nuestras personalidades se enfadarán y resentirán pues se verán contrariadas al constatar que ahora las cosas se harán de forma diferente a todo lo que tenían por verdades y seguridades absolutas. Esto, si bien puede ser muy incómodo, es un buen síntoma de que algo se está moviendo. Si somos capaces de seguir el proceso –y para esto el acompañamiento terapéutico resulta sumamente relevante- colaborando con dicho movimiento en vez de estorbarle, llegará un momento donde notaremos de que todo era mucho más simple de lo que creíamos y que el precio a pagar consistía en salir de la comodidad de nuestras aparentes certezas y seguridades.
 
Si queremos ir más allá de lo que percibimos como nuestras limitaciones, siempre habrá un precio a pagar, y que una vez hemos dado el “sí” a dicho proceso desde un lugar de totalidad sin reservas, veremos que en realidad solamente perdimos lo que ya no necesitábamos y que ganamos algo esencial; nos ganamos a nosotros mismos en nuestro poder y grandeza de espíritu. Sólo perdimos nuestras autosostenidas visiones de pequeñez con las que nos habíamos identificado. Y nos daremos cuenta de que el único precio a pagar era soltar nuestras ilusiones para abrazar la realidad de ver las cosas como simplemente son, y no como creíamos que tenían que ser. Es dejar de exigirle cosas a la vida para permitir que nos abrace en su infinita calidez y abundancia en la que tenemos todo lo que necesitamos en cada momento para vivir en nuestra paz.