Con Urano entramos directamente en
el ámbito de lo que en astrología llamamos "planetas transpersonales",
es decir, energías encargadas de los procesos evolutivos globales,
colectivos, que transcienden total y absolutamente el margen de lo
individual, por lo que son las energías que más desestabilizan e
inquietan al ser humano, gracias a la dificultad con que las intentamos
asimilar y manifestar -como mejor podemos-. Debido a que se trata de
energías que rigen amplios procesos
evolutivos, nuestra individualidad e identidad se siente cuestionada,
movilizada y arrastrada por fuerzas que no termina de comprender ni de
asimilar, fuerzas que justamente son disgregadoras de dichas
identidades.
Urano crea el
vacío que permite que un nuevo orden eventualmente pudiese surgir en
otro momento, porque de otro modo ningún sistema podría abrir una
ventana por la que pudiese surgir algo nuevo, ya que su tendencia
primaria es a establecerse y conservarse a sí mismo. Es inevitable que
toda estructura sociocultural tienda a conservarse a sí misma en el
tiempo, y cuando ese tiempo ya toca a su fin, allí es cuando Urano abre
un espacio que cambia completamente lo que se tenía por cierto y
asentado.
En la vida individual, la presencia de lo uraniano
suele traer diversas dificultades, puesto que es una energía que siempre
pujará hacia lo original y novedoso a cualquier precio, y no hay
sistema ni norma o regla sociocultural que le valga, que no pueda ser
quebrada o reformulada. Más aún, el ámbito de lo uraniano nosotros lo
vivimos como la constante necesidad de cambio y de novedad, lo que de
partida no facilita que nos asentemos en lugar alguno (sea éste físico,
mental, emocional o energético), si bien no sea asumiendo completamente
la naturaleza siempre cambiante y novedosa de la vida, en que todo tal
vez pudiese parecerse pero nunca nada se repite. En el fondo Urano nos
muestra que la vida es cambio y que lo único invariable de la realidad
es la constante variación. Nos reta a descubrir nuestra originalidad y
el toque propio de nuestra alma rompiendo y desarmando todo lo que haga
falta en el camino, sabiendo a su vez navegar los siempre imprevistos
mares de la vida con el cambio como única “estabilidad” posible. Nos
pide “estabilidad de alma”, y nos reta a no conformarnos con falsas
estabilidades que bloqueen nuestro proyecto. De aquí que se lo asocia
con un valor que como humanidad parecemos estar bastante lejos de
encarnar en plenitud: la libertad de ser.
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