lunes, 16 de marzo de 2020

Los virus, el contagio y las epidemias

Este texto va dirigido a quienes están listos para dejar de ver a la enfermedad como un mal a combatir desde el miedo y la ignorancia y en cambio están dispuestos a entrar en lo que se muestra tras las apariencias de lo que comúnmente se cree. Para quienes sospechan o saben que las cosas no son como nos han contado. Para esas personas, sean pocas o muchas es que ha sido escrito. 

La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para curar al hombre
C. Jung


Qué es un virus? Según las observaciones de la medicina convencional, es básicamente una cadena de ADN o ARN sencilla o doble, envuelta por una membrana proteica que la recubre. Y ya está. El virus no tiene estructura celular (no está hecho de células), no tiene metabolismo, es decir, no ejecuta los procesos químicos y biológicos que caracterizan a la vida celular. Tampoco registra procesos de crecimiento o adaptación al entorno como sí hacen los seres vivos. Y finalmente, no pueden reproducirse. La replicación de su código se produce sólo en presencia de una célula que lo facilite. En conclusión:

UN VIRUS NO ES UN SER VIVO

De aquí se desprenden muchas consecuencias. Puede “atacar” algo que no está vivo? Puede ser agresivo algo sin vida? Cuando nos pegamos con el dedo meñique del pie en la pata de una mesa, decimos que la mesa nos atacó o fue agresiva con nosotros? Evidentemente, la respuesta es NO. Adjudicarle vida a un virus es tan absurdo y carente de sentido como decir que “La mesa, que es muy agresiva, me atacó”. 

Entonces, qué es un virus? Fundamentalmente es un “pendrive” biológico que lleva en sí una actualización (en forma de código de ADN o ARN) que contiene la solución biológica a un conflicto de adaptación que tiene el organismo receptor del virus. Cómo llega entonces el virus, que no tiene vida a la célula? Simplemente porque nuestra central de comandos biológica llamada cerebro, que es la encargada de velar por nuestra supervivencia momento a momento permite mediante un acceso autorizado al virus a ingresar a la célula (que es la que lo atrae) sin ser destruido o descartado por el sistema de limpieza y mantención, antes llamado “sistema inmune”, nombre que por supuesto no tiene sentido ya que no vivimos en una guerra defensiva.

Este acceso no es aleatorio ni casual, sino que se debe a que, mientras estemos vivos, el cerebro responderá a la información conflictual que se le ingrese y, si la percibe como amenazante para la supervivencia, entonces desencadenará un programa adaptativo (llamado “enfermedad”) para justamente adaptar al organismo a esta nueva contingencia. En otras palabras, cuando en nuestra vida cotidiana vivimos un conflicto que no gestionamos y que el cerebro detecta como un sobrestress que excede sus márgenes de tolerancia, entonces pondrá en marcha el programa de adaptación llamado “enfermedad”, y es durante un momento preciso de este programa cuando ingresan en escena los virus, que portan la información específica que el organismo necesita incorporar para solucionar el conflicto en clave biológica (que es el código que maneja).

Nos enfermamos por los conflictos que creamos con nuestra psique en conexión con nuestro soporte biológico. El cerebro está desde tiempos inmemoriales programado para detectar todo lo que sea amenazante para la supervivencia del organismo que comanda, y cuando tenemos un conflicto cualquiera capaz de generar un biopsicoshock que no gestionamos conscientemente, ya sea porque no podemos, no sabemos o no lo expresamos, entonces el cerebro leerá la información conflictiva, no importándole si se trata de un conflicto imaginario, simbólico, real, virtual, figurado, etc. ya que lo que detecta es toda aquella impronta energética que lleve al sobrestress y al agotamiento, y cumplirá con su función, que es garantizar nuestra supervivencia momento a momento. Entonces, acto seguido ejecutará un programa (de los que tiene cargados en su base de datos, llamada ADN) para adaptar las partes u órganos de nuestro organismo que se requieran para así atender la contingencia. Esta adaptación es lo que conocemos como “enfermedad”.

Por lo tanto, la enfermedad es la SOLUCIÓN a un CONFLICTO que se tuvo previamente y que, al no ser gestionado demandó una respuesta biológica, desencadenada por el propio cerebro automático, que entonces adaptó al organismo a esta nueva contingencia. La enfermedad es, por tanto, una RESPUESTA ADAPTATIVA DE SUPERVIVENCIA activada a partir de un sobrestress generado por un conflicto bio-psico-emocional que se desencadenó en nuestra psique.

Se desprende entonces que para desactivar la enfermedad se hace necesario liberar a nuestro cerebro de tener que gestionar y solucionar el conflicto de forma biológica (el cerebro nos “habla” a través de la biología ya que esa es la clave que maneja) para traerlo a la luz y gestionarlo de forma consciente, haciendo todo lo necesario para que la carga conflictual que hay en nuestra psique deje de ser tal. Esto en la práctica a menudo involucra cambio de perspectivas, de creencias, patrones de comportamiento y formas de actuar que no ayudan a resolver dicha carga que creamos. 

Los virus son parte del sistema microbiano y viral en el que estamos inmersos. Se calcula que en nuestro organismo tenemos tanta o mayor cantidad de bacterias que de células. Esto ocurre porque las bacterias son ayudantes al servicio del organismo cuando se las necesita. Una infección por ejemplo, es parte de la llamada “fase de reparación” de la enfermedad, que es cuando el cerebro debe deshacer lo que hizo anteriormente para adaptar el organismo al sobrestress que mencionábamos. Es en este momento que aparecen los síntomas y es cuando vamos al médico. Este último, como desconoce el funcionamiento de la enfermedad, verá los focos infecciosos y culpará a virus y/o bacterias buscando erradicarlos, sin darse cuenta de que en realidad están haciendo su trabajo para que el organismo pueda volver cuanto antes a la normalidad que tenía antes del peak conflictual. Del mismo modo, los virus tienen un tropismo (afinidad) específico que no compatibiliza con cualquier célula, por lo que sólo son útiles allí donde pueden acoplarse, para que de este modo la célula o la bacteria que los reciba pueda usar su código de actualización (el ADN o ARN que porta el virus) y entonces pueda modificar su funcionamiento y adaptarse a los nuevos requerimientos del organismo. Los virus ayudan por ejemplo a la destrucción de tejidos y a fagocitar y eliminar bacterias y otras células que ya no sean necesarias.

La simbiosis habla de las asociaciones benéficas entre organismos
Cuando el conflicto que hemos creado tiene algún matiz o tonalidad nueva, no vista anteriormente es cuando aparece el virus (cuya creación y origen aún es un misterio, pero que presumiblemente son creados por seres vivos tras responder a un conflicto adaptativo para el cual su base de datos -llamada ADN- no tenía una respuesta, lo que justifica dicha creación) que como ya dijimos porta en su interior un trozo de código con la información necesaria para adaptar el organismo que lo recibe al funcionamiento biológico que requiere el nuevo conflicto. Por esta razón es que el virus sólo podrá actuar en organismos que tengan registro presente de dicho conflicto. De este modo es que en un grupo de personas experimentarán síntomas sólo aquellos que tienen el conflicto. El resto no. No importa si comen, beben, se besan, tienen sexo o hagan lo que hagan juntos. Sin la carga conflictual no hay desencadenamiento de la enfermedad. A menudo vemos que en una familia hay miembros que tienen una enfermedad supuestamente “contagiosa”, mientras que otros con los que conviven no la tienen. Estamos tan adormecidos que raramente cuestionamos esto con nuestra lógica más básica y elemental.

De aquí se desprende además que la teoría del contagio es errónea y no tiene sentido alguno, ya que el lugar del que se derivó (la teoría microbiana de la enfermedad, formulada a partir de Pasteur) no es más que un equívoco de percepción al tomar los virus y bacterias como atacantes y causantes de enfermedad. Que en la enfermedad haya presencia de virus y bacterias no implica que sean los causantes del cuadro sintomático respectivo. Este equívoco de percepción se ha mantenido en el tiempo porque la medicina académica -que es su propagadora- desconoce el funcionamiento de la enfermedad y únicamente ve sus manifestaciones sintomáticas, correspondientes a lo que como decodificadores sabemos que es sólo su segunda fase, llamada “fase de reparación”. Lo que el médico ignora es cómo se llegó hasta ese punto de manifestación biológica, y es esta ignorancia la que le hace interpretar todo de manera errónea. En consecuencia tanto la microbiología como la inmunología académica están construidas sobre bases completamente erróneas, ya que su perspectiva sobre la que interpreta los hechos es un equívoco de percepción, es una apariencia (“virus y bacterias son los causantes de la enfermedad”) pero no el fenómeno real. 

En conclusión, debido a que la enfermedad obedece a patrones matemáticamente precisos de funcionamiento basados en leyes (si se tiene el conflicto, hay enfermedad. Si no, no la hay. Es como el sistema binario: o hay un 0 o hay un 1. Sin intermedios) todo tipo de medida “anti contagio” (como el uso de mascarillas, protectores, alcohol, cuarentenas, etc.) carece de sentido y es un absurdo sólo sustentado por la ignorancia y el miedo que esta creencia provoca en el inconsciente colectivo, pero biológicamente no tiene ningún sustento, ya que la enfermedad responde a leyes de funcionamiento y no a la aleatoriedad ni a la casualidad. Más aun, resultan muy curiosas estas medidas cuando los virus y bacterias abundan por todos los sitios (incluido nuestro cuerpo), ya que son parte de lo que ayuda a la vida a mantenerse y adaptarse. Estas medidas tienen tan poco sentido como intentar protegerse del aire y es inaudito que se sigan sosteniendo ya que no resisten ninguna exploración lógica elemental.

LA RESONANCIA CONFLICTUAL

Y entonces, qué pasa cuando hay una epidemia o pandemia? Cuando muchas personas resuenan con un mismo tipo de conflicto, lo que por ejemplo ocurre cuando en algún sitio del planeta el inconsciente colectivo experimenta movimientos, sacudidas y roces que terminan generando conflictos compartidos, entonces mucha gente comienza a resonar y alinearse con una misma frecuencia y viviendo un mismo conflicto. Cuando viene la fase de reparación respectiva, entonces aparecen los síntomas y la inercia cultural comienza a hablar de “contagio”. En realidad lo que ocurre es que simplemente esas personas están resonando en una misma frecuencia con respecto a lo que los conflictúa. Esto es posible porque a nivel de inconsciente estamos “pegoteados” por lo que la transmisión de información es inmediata. Mientras menos grado de individuación tenemos activo, más fácil es que nos acoplemos y comencemos a vibrar en la misma frecuencia en que lo está haciendo la masa y entonces nos adosemos a su carga conflictual por inercia inclusive, facilitando que la reproduzcamos en nosotros mismos. Lo que ocurre es un fenómeno físico de resonancia y no una ruleta aleatoria de gérmenes ni de virus (estos ni siquiera están vivos, recordemos). Es por esta causa que cuando este panorama se presenta, iremos a buscar cuál es el conflicto común que experimentó el o los grupos humanos implicados justo antes de la fecha en que comenzaron con los síntomas.

Cuando los medios de alcance masivo difunden la alarma, el miedo hace el resto, y quienes están propensos a acoplarse a la frecuencia sostenida por los enfermos, comenzarán a hacerlo, basados en el miedo a la enfermedad, que lo que genera es justamente dicha enfermedad, ya que el cerebro soluciona el sobrestress constante de “miedo a la enfermedad/miedo al contagio” generándola, de este modo al enfrentarnos a lo que tememos es justamente como se resuelve la carga conflictual de temerle a algo que “me puede venir”. Este miedo es a menudo infinitamente más enfermante que la mismísima enfermedad, y es la principal causa de la propagación y mantenimiento de síntomas que en principio solamente son una respuesta concreta y precisa a un conflicto específico, y que duran un tiempo determinado y luego desaparecen tras haber cumplido su cometido.

En la práctica es finalmente el miedo el elemento más peligroso en un conflicto colectivo, ya que multiplica miles de veces la intensidad y la duración de dicho conflicto.

EJEMPLOS

Para la psique del niño la profesora también es una figura maternal
Un ejemplo a pequeña escala ocurre con la varicela, que puede responder a un conflicto de cambio repentino con tonalidad de separación con respecto a una figura maternal. A menudo es el caso de los niños pequeños cuando, por ejemplo, hay un cambio de profesora (la mencionada figura maternal) que ellos recepcionan mal y entonces generan un conflicto inconsciente que codificará en dicha enfermedad. El establishment hablará de “contagio”, lo que es erróneo. En realidad es una vivencia compartida por todos los niños que enfermaron. Y los que no están en el riel de esa vivencia no enfermarán aunque convivan a diario y lo compartan todo con sus compañeros.

Otro ejemplo muy mencionado de la resonancia conflictual es el aumento de casos de tuberculosis cuando finaliza una guerra. Al sellarse la paz se acaba el constante conflicto de miedo a la muerte que aparece al desarrollarse la guerra, y entonces es cuando comienzan a aparecer los síntomas y muchas personas serán diagnosticadas con tuberculosis. En decodificación sabemos que la tuberculosis responde a un conflicto vital de miedo a morir (o a la muerte de alguien querido), ya sea por guerra, asfixia, inanición, etcétera.

Las dos fases de la enfermedad (Fase de conflicto activo o simpaticotónica y Fase de reparación o vagotónica). Click para agrandar.
Cuando una nueva información hace su aparición en el inconsciente colectivo, o cuando alguien ingresa en una “zona” de dicho inconsciente que funciona de otra manera (por ejemplo, al viajar a un país o cultura diferente, o tras el arribo de otra cultura distinta al propio territorio), entonces entra en contacto con información que no necesariamente maneja y a la cual todo su sistema biológico deberá adaptarse. Si genera conflictos en este proceso de adaptación, entonces es cuando podrá enfermar, mientras que si no es el caso no enfermará aunque todos a su alrededor lo estén. La palabra clave de la enfermedad es ADAPTACIÓN. Nada más ni nada menos.

Llegados a este punto es preciso observar que todavía pocas personas cuestionan lo que no entra en los condicionamientos culturales, académicos y sociales y son capaces de mirar más allá del ejército gregario e irreflexivo que al día de hoy está intentando reemplazar automáticamente con la ciencia el lugar vacante que dejó la religión a modo de parámetro de autoridad paternalista con la supuesta potestad de determinar qué es verdad y qué no para todos los demás. Y al hacerlo ponen su poder creador al servicio de la realidad que otros crean, respondiendo ciegamente a sus vaivenes. Después de todo, qué más podría hacer una persona que se cree sin poder alguno y sólo sigue a los rebaños, sin importar si estos van directo al risco? Quienes han sido capaces de traspasar la capa de las apariencias y equívocos seguramente notarán que el paradigma actual de salud y enfermedad sólo se sostiene por el miedo a la enfermedad que todavía paraliza a muchos, ya que lo que en dicho paradigma se pregona en forma de “verdades comprobadas científicamente” en realidad no resiste un análisis basado en la lógica más primaria y esencial.

Finalmente, cuando se alcance una masa crítica que busque activamente las respuestas que aún no encuentra, muchas puertas se abrirán y el giro copernicano que está ad portas de la comprensión de la salud y de la enfermedad estará, cuando menos, un paso más cerca.


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