Cuando hablamos de sombra nos referimos a todos aquellos contenidos psíquicos que forman parte del entramado psíquico profundo de cada uno de nosotros y que no están a la vista para nuestra percepción consciente. Son contenidos que nos pasan desapercibidos, aun cuando otros tal vez puedan verlos. Para conectar con ellos y traerlos a la luz de lo que nuestra elaboración consciente puede mapear y reconocer se hace necesario un trabajo deliberado en el que es necesario infundir energía y voluntad, ya que dentro de esta sombra se hallan también registros de lo que percibimos como traumático y difícil de gestionar. Todo aquello con lo que nuestra psique no se pudo identificar por diversos motivos y que entonces apartó a un “compartimiento” paralelo del que se escindió. Este compartimiento es parte de la sombra.
Hay que mencionar que esto sucede así debido a que en automático -y desde antes de desarrollar un sentido de individualidad- funcionan en nosotros mecanismos de defensa básicos que se activan en cuanto identifican algún registro conflictivo de información, y la respuesta con la que lo abordan es relegando partes de la propia conciencia a un lugar aparte de la psique, como si fuese un cuarto alejado donde se va amontonando todo lo que en algún momento nuestro sistema detectó como “inconveniente y riesgoso” expresar o manifestar. Para que se entienda mejor, pensemos por ejemplo en un niño que de pequeño se toca su pene y que al ser descubierto por la madre es severamente reprendido, haciéndole ver que tal cosa es “inaceptable” (el niño puede no entender palabras complejas pero sí que lee perfectamente la energía de “no aceptación” de la madre que lo reprende). Entonces su sistema graba un registro desagradable y traumático asociado a lo natural de la sexualidad (que en realidad corresponde al conflicto que tiene su madre). En consecuencia, su psique reaccionará disociándose de toda información sexual, y lo hará dividiéndose en dos, ya que en un lado estará la parte que tiene el natural deseo e interés sexual y en el otro, la parte que introyectó la advertencia de que dicho deseo es “inaceptable”. Esto a la larga provoca una fractura en su integridad y coherencia interna, que de perdurar se asentará cuando dicho niño crezca y vaya transitando a la adultez. Y así, los conflictos y condicionamientos de una generación van traspasándose a la siguiente. Este conjunto de condicionamientos están implícitos en lo que llamamos “cultura” y se considera parte del patrimonio común de un grupo humano.
Cuando vamos creciendo y este mecanismo se mantiene sin examinar, entonces se convierte en la manera primaria en que gestionamos inconscientemente lo que nos va conflictuando a medida que entramos en contacto con ello, y de este modo aparecen personalidades (“máscaras”) fragmentadas que buscan convivir sin estorbarse unas con otras para que el entramado psíquico de cada uno de nosotros no entre en conflicto, cosa que es imposible, ya que sólo la coherencia interna en un momento dado es lo que permite que la energía fluya sin trabas.
Ahora bien, esto no es lo único en que consiste la “sombra”, que usualmente se la pinta con una connotación negativa o escabrosa. Y sí, algo de eso puede haber pero no es lo único. Tampoco es que sea “escabrosa” en sí. Se vive como tal por lo antinatural que es la negación que hicimos en el momento en que creamos esa parte. Se vive así porque no tenemos educación emocional para saber qué hacer con la ira, el rencor, la envidia, los celos, los deseos de posesión, la sensación de inferioridad y otras muchas cosas que todos sentimos de cuando en cuando. Y tal vez eso sea lo escabroso, el que muy pocas personas nos hayan enseñado desde niños qué hacer y cómo gestionar todas estas sensaciones y que luego creamos que como adultos no deberíamos tenerlas (más aun sabiendo que son tan humanas como cualquiera otra).
No es lo único porque en la sombra también están contenidas todas aquellas partes no asumidas que van en nuestro campo de información y que tienen antecedentes dentro de los patrones y esquemas del árbol transgeneracional, y que entonces entroncan con la sombra del inconsciente familiar. A la vez, del entramado de inconscientes familiares se va formando el inconsciente colectivo de un grupo humano (como una cultura, un pueblo, un país, etc.) y así sucesivamente. Cabe destacar que ponemos estos nombres y etiquetas simplemente para entendernos, ya que en un nivel profundo no hay separación entre inconscientes.
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Personalidad viene del latín "persona", que significa máscara. |
Pensemos por ejemplo en alguien que nace en una familia que bajo una energía libriana predominante valora la diplomacia sin importar si esta responde a algo auténtico o no y esta persona intenta mostrarse siempre agradable y conciliadora con los demás ya que desde niña se le ha dado el mensaje que “no está bien contrariar a otros” y que “la armonía y el llevarse bien con los demás es lo primero”. En esta psique se carga entonces dicho mandato familiar, por lo que mientras la persona lo tenga activo (y esto es inconsciente el 99% de las veces), su psiquismo mecánico tirará al desván todo lo que no sea compatible con dicho mandato, creando una personalidad paralela donde irán a parar todos sus disgustos, desaveniencias y todas las facetas de su individualidad que no han podido expresarse genuinamente debido a esta orden o programa, que en psicogenealogía es lo que llamamos una lealtad familiar. Cabe destacar que en una enorme mayoría de casos las lealtades familiares más gruesas y gravosas son las más enterradas en nuestro psiquismo inconsciente, debiendo ser rescatadas de las profundidades para ser examinadas.
Por otro lado, en nuestro campo de información también están patrones y dinámicas de otras experiencias de vida (“vidas pasadas”) de las cuales el alma tiene registro y en ocasiones se presentan en esta vida para ser reevaluadas o reconfiguradas a la luz de una revisión y expresión consciente, lo que es un “trabajito” de alma que se va desplegando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en las llamadas “relaciones kármicas” muchas veces lo que se hace es trabajar estas dinámicas en formato pareja.
Finalmente, en la sombra también hallamos capacidades, cualidades y “dones” en estado durmiente, que no sabremos que tenemos hasta que los despertamos…o que la vida nos haga despertarlos a patadas. A menudo veremos que tenemos muchas más cualidades y fortalezas de las que pensamos pero como no las hemos puesto a prueba y desarrollado, pues creemos que no las tenemos. Por ejemplo, detrás de un mecanismo lunar lo suficientemente concientizado para que pueda dar paso a otras facetas del desarrollo Lunar podemos encontrar grandes y valiosas capacidades, y lo mismo ocurre con las otras energías planetarias.
Pensemos por ejemplo en una Luna en Capricornio, cuyo automatismo lunar básico es ponerse a hacer cosas o alcanzar logros porque si no lo hace siente que no es digno de ser querido o que no lo merece, ya que ese automatismo se expresa a través de conductas que pueden resumirse en una frase del estilo “Tengo que ganarme el cariño, no basta sólo con ser y existir” o tal vez “No debo tener necesidades emocionales, ya que nadie las satisfará”. Detrás de este mecanismo está la semilla de una gran capacidad de sostén y autosostén emocional, aún en circunstancias muy adversas, que una luna evolucionada en este signo podría ofrecerse y ofrecer. Dicha semilla es sólo una potencialidad, que puede florecer, pero únicamente en la medida que se transite el camino desde el mencionado automatismo a la expresión trabajada de esta energía zodiacal.
La carta astral nos puede hablar de la sombra de múltiples maneras. Lo primero que puede venírsenos a la mente es pensar en Plutón, pero no es lo único, por la sencilla razón de que la carta nos habla de una totalidad, es un círculo completo en sí mismo por lo que cada energía allí presente se manifestará de una manera u otra, por más que tengamos un psiquismo dividido o tengamos el fútil deseo de “taponar” dicha energía. Todo lo que no se reconoce “dentro” termina manifestándose “afuera” a través de escenificaciones donde participan personas, circunstancias o sucesos que se revelan como expresiones de estas energías que la psique tenderá a identificar exclusivamente con los otros. Esta es la trampa del afuera, por lo que la astrología si sirve para algo es para que nos ayude también a devolver la mirada al adentro.
Me parece que no hay que tomar esto como que somos “el centro del universo” o que “todo es proyección” ya que es un juego mutuo donde cada ser aporta con lo suyo, pero sí que el lenguaje astrológico nos ayuda a traer al manejo más consciente estas energías, y es únicamente desde ahí el sitio desde el cual podemos tener posibilidades de gestionar adecuadamente sus potenciales en nuestro proyecto de vida, ya que de otro modo son ellas quienes nos manejan totalmente a nosotros. Esto último no hay que tomarlo como una fantasía de control absoluto, ya que justo cuando creemos que eso es posible viene un momento en que las fuerzas evolutivas de lo transpersonal irradian con toda su fuerza y nos recuerda que los rumbos de la vida no los controlamos nosotros. Pero por las perspectivas con que nos adentramos en esos rumbos sí que podemos hacer algo.
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Si bien el eje de casas 1-7 es una evidente zona de proyecciones y de sombras, estas las podemos encontrar a través de toda la carta. |
En fin, ejemplos de este tinte hay muchos, ya que cada caso es único y dueño de sus propias peculiaridades. Lo importante creo es saber distinguir qué elementos hay en juego justamente para hacer un mejor uso de los potenciales que nos interpelan en estas dinámicas que en apariencia podrían ser tan distantes de nuestros contenidos psíquicos pero que en la práctica están atravesados por ellos. En el fondo podemos verlas como “obras de teatro” montadas por nuestro inconsciente donde van saliendo a la luz sus contenidos –que encastran con los de los otros participantes- y que podemos aprovechar para gestionar mejor los potenciales de nuestro proyecto de vida.