La medicina académica se ha batido ya por más de un siglo en una guerra invisible contra supuestos enemigos, susceptibles de recibir todas las proyecciones del inconsciente individual y colectivo y entonces ser indicados con el dedo como culpables externos (uno de los deportes favoritos de la psique: la proyección) desde el surgimiento y la propagación de la teoría microbiana de la enfermedad, en donde se descubrió que había seres microscópicos que hacían “algo” desconocido. Ello bastó para ser sospechosos de generar todo tipo de enfermedades. Y es que la parte primal del cerebro que tenemos funciona así, está entrenada para la supervivencia, por lo que reacciona con miedo ante lo que desconoce y no comprende, poniéndolo automáticamente en la categoría de potencial enemigo. Y entonces, debido a los mecanismos defensivos de proyección de la psique, ante algo que no se entiende resulta mucho más cómodo poner enemigos fuera a los que luego responsabilizar por todo.
Como resultado, tenemos un paradigma de la salud que en realidad se ha erigido sobre la toxicidad del miedo más básico a lo desconocido. De ahí que todo lo que se sabe a nivel académico de la enfermedad es un equívoco de percepción porque parte de una distorsión cognitiva. La medicina mecanicista puede describir procesos y funcionamientos pero no sabe nada de lo que se mueve detrás de ellos. Y cada vez que intenta salir con hipótesis causales fracasa rotundamente porque provienen de esa distorsión de base. Cómo podría ser diferente si el terreno sobre el que germina sigue siendo el mismo desde hace más de 100 años?
En los nuevos paradigmas de la salud, sabemos que su funcionamiento no responde al azar (qué es eso, en todo caso?) sino a la vibración. Esto es simple física, ni siquiera es algo místico. En el inconsciente (allí es donde hay que focalizarse si se busca saber más de la enfermedad) la afinidad vibratoria está a la base del compartir percepciones y de las transferencias de información. No se trata de negar los buenos descubrimientos de la medicina convencional, sino de observarlos con una mirada desprovista de miedo y de preceptos morales, ya que la biología funciona en un ámbito donde no existe la moralidad, donde no hay un bien o un mal predeterminados, sino que funciona de forma tal que mantiene un orden que se adapta a las diferentes circunstancias con que se va encontrando. Y la enfermedad mirada con crudeza es simplemente eso: una respuesta de adaptación ante una entrada de información que debe ser gestionada. Sobre esa base ya podemos empezar con interpretaciones, nos parezcan estas favorables o no. Por ejemplo, en lo personal me parece muy favorable la interpretación de quienes han dicho que tras la enfermedad hay un mensaje, un aprendizaje claro y preciso escrito en clave inconsciente y biológica. Por lo tanto, para leerlo tenemos que descubrir también cuál será esa clave biológica, y para leerla tenemos que posicionarnos desprovistos de moralismos y de miedos asociados.
En los nuevos paradigmas vemos la enfermedad como una respuesta matemática, desencadenada en el momento preciso y de la forma exacta, donde no hay lugar a confusión (es cierto, podemos no saber de dónde viene, pero es porque aún conocemos muy poco). La matemática, al igual que la biología y la física, no es dependiente de la moral: si se hace una operación, tendrá un resultado numérico y ya está. No hay nociones de “bueno” o “malo” detrás. No aplican.
Desde ese miedo primal a lo desconocido hemos hablado de “contagio”, “sistema defensivo”, tumores “malignos” y cuanta otra cosa en lenguaje belicista y desempoderante. En mi experiencia, ninguna de esas cosas existe. Existen células, existen personas enfermas, existen tumores, y muchas otras cosas. He visto una y otra vez que detrás de la enfermedad propia y ajena hay una carga conflictual precisa, específica (no simplemente “emociones negativas” o “miedo”…eso es muy general todavía, y queremos más precisión), que puede haberse generado quizás en espaciotiempos muy lejanos (incluso en las dinámicas transgeneracionales con las que resueno o en vidas pasadas…) y haber pasado muy desapercibida, pero ahí está. Y su existencia tiene una finalidad muy específica y funcional. Tiene un propósito. De ahí que para pasar a la salud también hay que tener un propósito, capaz de sustituir y hacer propio el que la enfermedad está cubriendo. Si mi única forma de recibir atención es cuando me enfermo entonces la enfermedad tiene el propósito clarísimo de traerme el amor que creo no merezco de otro modo, por lo que mientras no descubra una mejor forma de hacerlo –un nuevo propósito- la enfermedad seguirá estando allí ayudándome a gestionar lo que no creo capaz de hacer. Si mi inconsciente biológico percibe a mi padre como un depredador exigente que me atacará si no obtengo la excelencia en los estudios, entonces mi miopía que no me deja ver el pizarrón de la clase tiene el propósito clarísimo de ayudarme a gestionar mi conflicto en clave biológica: si no puedo ver más la pizarra ya no puedo estudiar y fin del conflicto, tengo la respuesta perfecta…a menos que indague los porqués de que perciba mi supervivencia condicionada por la aprobación académica de mi padre.
Hamer y otros han mostrado que no hay nada parecido a la noción convencional de contagio. Más aún, mostraron que la enfermedad se dispara como reparación JUSTO DESPUÉS de que el conflicto que la origina se ha desplegado y resuelto. He visto esto funcionar con precisión matemática. Lo que sí hay es una trama relacional donde el inconsciente es una sola gran unidad, conectada entre todas sus “partes” -que no son tal, pero las percibimos de este modo- que se relacionan entre sí de infinitas maneras y entonces lo que hay es la posibilidad de vivencias compartidas a nivel de inconsciente. Cuando esto toma a un colectivo entero, se da lo que conocemos como “epidemias”, que es cuando hay un flujo de información conflictual común que está afectando a todo un grupo humano –o a varios. Un ejemplo clásico es cuando hay grandes movimientos o informaciones nuevas que entran en la psique inconsciente colectiva. Quienes entran en conflicto con lo nuevo, entran en la casuística de la epidemia (Véase por ejemplo la peste negra en el siglo 14, justo en el momento en que se daba la transición a un nuevo mundo, completamente nuevo, que marcaba el fin de una época).
De este modo, hablar de “sistema inmunitario” en términos convencionales no tiene sentido, lo que hay es un sistema encargado de la mantención y limpieza, pero no una trinchera con células “asesinas” a la espera perpetua de “ataques” ni nada que se le parezca. Los tan citados virus (cuando nadie sabe qué carajos, entonces “debe ser viral”…los médicos usan mucho el comodín del virus) ni siquiera están vivos, no se reproducen por sí mismos ni tienen metabolismo. Simplemente son tomados por resonancia allí donde tienen un propósito. Son un “pendrive biológico” donde cargan la información que resuena con el receptor. Si no está en mi la carga conflictual para la que el virus es parte de la solución adaptativa de respuesta, no me enfermaré aunque todos alrededor lo estén. De hecho esto me pasó muchas veces y pasa frecuentemente a muchas personas…y al parecer nadie se cuestiona el por qué. La explicación clásica médica es un argumento circular sacado del mismo paradigma antiguo: debe ser porque tienes un “sistema inmune” más fortalecido. Incluso han existido casos de gemelas unidas ("siamesas") donde una se enferma de neumonía y la otra no. Que haya enfermedades con presencia de microorganismos no implica que estos sean los causantes. Más aún, se dice que podemos tener tanta o más cantidad de bacterias que de células en nuestro organismo. Si esto es cierto…a nadie llama a reflexionar?
Las evidencias de que la enfermedad y la salud no funcionan como nos han contado están a la vista y son objeto de la lógica más básica. Tal vez por eso mismo parecen ser lo más difícil de ver, más aún si estamos cegados por el miedo colectivo a la enfermedad, aprendido por el cerebro más primario como respuesta ante lo que aún no se comprende y luego transmitido en las cadenas de información transgeneracional y colectiva hasta el presente. A quienes nada de eso nos hizo sentido seguiremos observando e investigando desde otros lugares…
En el fondo, esta situación simplemente nos muestra algo que ya sabemos pero que no asumimos: que el miedo es el lugar menos indicado para elaborar hipótesis y pretender tomarlas como verdades absolutas.