miércoles, 6 de noviembre de 2019

Nuevos paradigmas de la salud - Notas acerca de la enfermedad

La medicina académica se ha batido ya por más de un siglo en una guerra invisible contra supuestos enemigos, susceptibles de recibir todas las proyecciones del inconsciente individual y colectivo y entonces ser indicados con el dedo como culpables externos (uno de los deportes favoritos de la psique: la proyección) desde el surgimiento y la propagación de la teoría microbiana de la enfermedad, en donde se descubrió que había seres microscópicos que hacían “algo” desconocido. Ello bastó para ser sospechosos de generar todo tipo de enfermedades. Y es que la parte primal del cerebro que tenemos funciona así, está entrenada para la supervivencia, por lo que reacciona con miedo ante lo que desconoce y no comprende, poniéndolo automáticamente en la categoría de potencial enemigo. Y entonces, debido a los mecanismos defensivos de proyección de la psique, ante algo que no se entiende resulta mucho más cómodo poner enemigos fuera a los que luego responsabilizar por todo.

Como resultado, tenemos un paradigma de la salud que en realidad se ha erigido sobre la toxicidad del miedo más básico a lo desconocido. De ahí que todo lo que se sabe a nivel académico de la enfermedad es un equívoco de percepción porque parte de una distorsión cognitiva. La medicina mecanicista puede describir procesos y funcionamientos pero no sabe nada de lo que se mueve detrás de ellos. Y cada vez que intenta salir con hipótesis causales fracasa rotundamente porque provienen de esa distorsión de base. Cómo podría ser diferente si el terreno sobre el que germina sigue siendo el mismo desde hace más de 100 años?

En los nuevos paradigmas de la salud, sabemos que su funcionamiento no responde al azar (qué es eso, en todo caso?) sino a la vibración. Esto es simple física, ni siquiera es algo místico. En el inconsciente (allí es donde hay que focalizarse si se busca saber más de la enfermedad) la afinidad vibratoria está a la base del compartir percepciones y de las transferencias de información. No se trata de negar los buenos descubrimientos de la medicina convencional, sino de observarlos con una mirada desprovista de miedo y de preceptos morales, ya que la biología funciona en un ámbito donde no existe la moralidad, donde no hay un bien o un mal predeterminados, sino que funciona de forma tal que mantiene un orden que se adapta a las diferentes circunstancias con que se va encontrando. Y la enfermedad mirada con crudeza es simplemente eso: una respuesta de adaptación ante una entrada de información que debe ser gestionada. Sobre esa base ya podemos empezar con interpretaciones, nos parezcan estas favorables o no. Por ejemplo, en lo personal me parece muy favorable la interpretación de quienes han dicho que tras la enfermedad hay un mensaje, un aprendizaje claro y preciso escrito en clave inconsciente y biológica. Por lo tanto, para leerlo tenemos que descubrir también cuál será esa clave biológica, y para leerla tenemos que posicionarnos desprovistos de moralismos y de miedos asociados. 

En los nuevos paradigmas vemos la enfermedad como una respuesta matemática, desencadenada en el momento preciso y de la forma exacta, donde no hay lugar a confusión (es cierto, podemos no saber de dónde viene, pero es porque aún conocemos muy poco). La matemática, al igual que la biología y la física, no es dependiente de la moral: si se hace una operación, tendrá un resultado numérico y ya está. No hay nociones de “bueno” o “malo” detrás. No aplican. 

Desde ese miedo primal a lo desconocido hemos hablado de “contagio”, “sistema defensivo”, tumores “malignos” y cuanta otra cosa en lenguaje belicista y desempoderante. En mi experiencia, ninguna de esas cosas existe. Existen células, existen personas enfermas, existen tumores, y muchas otras cosas. He visto una y otra vez que detrás de la enfermedad propia y ajena hay una carga conflictual precisa, específica (no simplemente “emociones negativas” o “miedo”…eso es muy general todavía, y queremos más precisión), que puede haberse generado quizás en espaciotiempos muy lejanos (incluso en las dinámicas transgeneracionales con las que resueno o en vidas pasadas…) y haber pasado muy desapercibida, pero ahí está. Y su existencia tiene una finalidad muy específica y funcional. Tiene un propósito. De ahí que para pasar a la salud también hay que tener un propósito, capaz de sustituir y hacer propio el que la enfermedad está cubriendo. Si mi única forma de recibir atención es cuando me enfermo entonces la enfermedad tiene el propósito clarísimo de traerme el amor que creo no merezco de otro modo, por lo que mientras no descubra una mejor forma de hacerlo –un nuevo propósito- la enfermedad seguirá estando allí ayudándome a gestionar lo que no creo capaz de hacer. Si mi inconsciente biológico percibe a mi padre como un depredador exigente que me atacará si no obtengo la excelencia en los estudios, entonces mi miopía que no me deja ver el pizarrón de la clase tiene el propósito clarísimo de ayudarme a gestionar mi conflicto en clave biológica: si no puedo ver más la pizarra ya no puedo estudiar y fin del conflicto, tengo la respuesta perfecta…a menos que indague los porqués de que perciba mi supervivencia condicionada por la aprobación académica de mi padre.

Hamer y otros han mostrado que no hay nada parecido a la noción convencional de contagio. Más aún, mostraron que la enfermedad se dispara como reparación JUSTO DESPUÉS de que el conflicto que la origina se ha desplegado y resuelto. He visto esto funcionar con precisión matemática. Lo que sí hay es una trama relacional donde el inconsciente es una sola gran unidad, conectada entre todas sus “partes” -que no son tal, pero las percibimos de este modo- que se relacionan entre sí de infinitas maneras y entonces lo que hay es la posibilidad de vivencias compartidas a nivel de inconsciente. Cuando esto toma a un colectivo entero, se da lo que conocemos como “epidemias”, que es cuando hay un flujo de información conflictual común que está afectando a todo un grupo humano –o a varios. Un ejemplo clásico es cuando hay grandes movimientos o informaciones nuevas que entran en la psique inconsciente colectiva. Quienes entran en conflicto con lo nuevo, entran en la casuística de la epidemia (Véase por ejemplo la peste negra en el siglo 14, justo en el momento en que se daba la transición a un nuevo mundo, completamente nuevo, que marcaba el fin de una época).

De este modo, hablar de “sistema inmunitario” en términos convencionales no tiene sentido, lo que hay es un sistema encargado de la mantención y limpieza, pero no una trinchera con células “asesinas” a la espera perpetua de “ataques” ni nada que se le parezca. Los tan citados virus (cuando nadie sabe qué carajos, entonces “debe ser viral”…los médicos usan mucho el comodín del virus) ni siquiera están vivos, no se reproducen por sí mismos ni tienen metabolismo. Simplemente son tomados por resonancia allí donde tienen un propósito. Son un “pendrive biológico” donde cargan la información que resuena con el receptor. Si no está en mi la carga conflictual para la que el virus es parte de la solución adaptativa de respuesta, no me enfermaré aunque todos alrededor lo estén. De hecho esto me pasó muchas veces y pasa frecuentemente a muchas personas…y al parecer nadie se cuestiona el por qué. La explicación clásica médica es un argumento circular sacado del mismo paradigma antiguo: debe ser porque tienes un “sistema inmune” más fortalecido. Incluso han existido casos de gemelas unidas ("siamesas") donde una se enferma de neumonía y la otra no. Que haya enfermedades con presencia de microorganismos no implica que estos sean los causantes. Más aún, se dice que podemos tener tanta o más cantidad de bacterias que de células en nuestro organismo. Si esto es cierto…a nadie llama a reflexionar? 

Las evidencias de que la enfermedad y la salud no funcionan como nos han contado están a la vista y son objeto de la lógica más básica. Tal vez por eso mismo parecen ser lo más difícil de ver, más aún si estamos cegados por el miedo colectivo a la enfermedad, aprendido por el cerebro más primario como respuesta ante lo que aún no se comprende y luego transmitido en las cadenas de información transgeneracional y colectiva hasta el presente. A quienes nada de eso nos hizo sentido seguiremos observando e investigando desde otros lugares…

En el fondo, esta situación simplemente nos muestra algo que ya sabemos pero que no asumimos: que el miedo es el lugar menos indicado para elaborar hipótesis y pretender tomarlas como verdades absolutas.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Plutón, los procesos individuales y colectivos. La inquietud en Latinoamérica

Si somos observadores, notaremos que la muerte es una parte intrínseca y fundamental de los ciclos  de vida: los árboles se “mueren” y regeneran cada año, si los depredadores no matan a un cierto número de gacelas para alimentarse, entonces se producirá una sobrepoblación de herbívoros que al arrasar con otras especies vegetales que les sirven de alimento todo ello terminará generando un desequilibrio en el sistema completo. La muerte, los finales y el derrumbamiento de lo que una vez floreció son una parte esencial de la vida. Nuestra situación de vida personal y los sistemas colectivos no son la excepción, pues forman parte de esquemas evolutivos que todo lo abarcan (y no, no estamos por encima de ellos😁). Y la astrología no es sino una herramienta por la que podemos intuir una pequeña parte de esos grandes procesos.

Cuando aquella fuerza evolutiva conocida como Plutón, encargada de la muerte y el posterior renacimiento de todo lo que debe expirar para ser transformado y trasvasijado a una nueva forma acorde con la vibración de los tiempos, no es extraño - sino incluso esperable- que se produzcan movimientos intensos, inquietud, destrucción y desmoronamientos como parte del proceso. Últimamente, buena parte de latinoamérica ha estado bastante inquieta y sacudida con algunos de estos estertores, pero la lección a sacar es que no hemos de temerle a estos movimientos ni mucho menos entrar en total pánico, sino que debemos tomarlos como procesos necesarios e inevitables para que todo lo nuevo que está acorde con los tiempos pueda comenzar a materializarse. Plutón es implacable. Si tiene que destruirlo todo, lo hará aunque nos aferremos con todas las fuerzas a lo caduco y que ya no es útil al propósito evolutivo del momento, así que resistirse no tiene sentido.  

Si hay algo que temer, quizás sería a la pretensión de aferrarnos al pasado que está listo y dispuesto a morir, y al quedarnos pegados allí, en vez de abrirnos a un movimiento completamente nuevo y asumir que lo que ya no va más se terminó. El mensaje de Plutón es algo así como “todo lo que hacíamos hasta ahora ya no sirve más, y es necesario transformarlo todo, de arriba abajo”. Es radical. 

Plutón destruye todo lo que no es genuino con nuestros sentires más profundos, no importa cuán oculto o sepultado esté, a la vez que nos insta a sentir el poder de lo que sí lo es. Mientras sigamos rechazando la muerte, la destrucción y el desmoronamiento de esquemas como parte de la vida, seguiremos mirando con pánico estos procesos de transformación individuales y colectivos, y esta energía planetaria seguirá siendo incomprendida. Plutón nos enseña que la vida no es un camino de dualismos, sino que vida y muerte, oscuridad y luz danzan en un baile en que todos esos dualismos están perfectamente coordinados, y que si nos polarizamos en uno u otro, tarde o temprano deberemos integrar al que excluimos.

Actualmente Plutón está desde 2008 en el campo energético conocido como Capricornio, que representa también las estructuras sobre las que se sostiene lo que usualmente llamamos “el sistema”, por lo que -aunque pueda sonar extraño- es perfectamente esperable y nada descabellado que se dé una seguidilla de sacudones y estallidos fuertes –pacíficos o no- que tarde o temprano terminen por echar abajo los modelos y estructuras que ya no sirvan y que toda la sordidez y emociones reprimidas que ocultaban y ocultábamos salga a la superficie como materia prima para los procesos de transformación. Nunca debemos despreciar el barro. Si no, es que aún no hemos entendido nada, ya que ahí está la semilla de la integración de lo que se necesita para continuar camino en lo que ahora viene.

Con Plutón, es útil tener claro que lo que se acabó, se acabó. Hasta el último ladrillo. Se tarde lo que se tarde; no importa si semanas o un par de generaciones, pero cuando un sistema se derrumba bajo la fuerza plutoniana, es que llegó a su fin. De nosotros depende siempre que la transición sea lo más íntegra y lo menos áspera y sufrida posible. Es la opción que tenemos, y es suficiente. Mejor alinearnos con lo nuevo que quedarnos pegados en lo que va a morir. Así son los procesos evolutivos, no dependen de nosotros, sino que estamos tan sujetos a ellos como todo el resto de la diversidad viviente. Mejor vivirlos sin miedo y disfrutando en la medida de lo posible.