Mucho puede hablarse de Plutón, en
astrología una fuerza planetaria que a menudo ha estado rodeado de una cierta
mala fama que en estos tiempos recién comienza a disiparse. Plutón es un
planeta transpersonal, por lo que está asociado a movimientos evolutivos de la
vida en su conjunto, y dentro de dichos movimientos se encuentran nuestras
trayectorias de vida con sus ciclos y vaivenes. El rol de estos planetas
usualmente lo percibimos como penetrando y creando turbulencia en nuestras
identidades cristalizadas, para así abrir el espacio y generar las
circunstancias necesarias que garanticen la continuidad de nuestro proyecto de
vida reflejado en la carta natal (la carta natal nos muestra el proyecto de
vida del alma para su encarnación presente, recordemos).
Para comprender mejor estos movimientos
evolutivos de la vida resulta de mucha ayuda dejar de lado toda noción
preconcebida de moralidad y de “bien-mal”, ya que los movimientos evolutivos no
funcionan en esta dinámica dual, si bien se nos escenifican en ella. Por
ejemplo: en el diseño de la naturaleza, algunos animales se comen a otros y
rasgan sus carnes para utilizarlas como alimento, en un acto donde podríamos
decir que hay una fuerza y una “violencia” en la que vida y muerte danzan y se
ponen cada una al servicio de la otra, haciendo que los ciclos naturales
mantengan su equilibrio y la cadena alimenticia su orden. Cuando vemos estas
imágenes de depredadores animales podemos reaccionar con desagrado ante el
depredador y lástima hacia la “víctima”, pero la naturaleza no conoce ninguno
de esos dos términos, simplemente reproduce un patrón de funcionamiento.
Del mismo modo, cuando hay puntos de
inflexión en los movimientos evolutivos individuales o colectivos pueden
sobrevenir grandes crisis, derrumbamientos, caídas de sistemas, de modos de
vida, de certezas, cambio de condiciones, impulsos destructivos, violencia
desatada, etc.
Sabemos que cuando Plutón (junto a otros
planetas que se coordinan en el esquema de tránsitos de la carta astral) llega
a ciertos puntos específicos de una carta es la señal indicadora de que estamos
ad portas de un tiempo de traspaso profundo de formas, donde se abre la caja y
salen las sombras danzantes que estaban enterradas en lo profundo de la psique
y una danza de muerte y vida comienza tarde o temprano: Lo antes vivo, ahora
necesita transferir su energía y su esencia al esquema, forma o patrón que
ahora continuará el proceso, y a esto en ocasiones le llamamos decadencia,
caída o muerte: es el fin de una cosa que pone su energía desintegrada al
servicio de otra, de la que viene.
En estos procesos no hay moral implicada:
no se trata necesariamente de que lo que ha de morir estuviera “mal” y por eso
sucumbió. Se trata simplemente de que ya no es adecuado al momento presente del
movimiento evolutivo. Es un proceso matemático y no moralista. La matriz dual
en la que experimentamos lo que llamamos “realidad” tiene estos vaivenes por
algún motivo: lo que sube, luego declina para subir de otra forma en la espiral
siempre cambiante. Por esta razón tendemos a hablar de auge y decadencia, pero para
la vida es solamente un movimiento que luego da paso a otro y a otro…
Ahora bien, una consecuencia de los
tránsitos de Plutón en puntos críticos de una carta astral, sea a nivel
colectivo o individual, es que las identidades que hemos construido (lo que
creemos que somos) tambaleen temblorosas ante su posible desintegración: el que
basó su identidad en su función de trabajador de un sistema económico que va
directo a la decadencia puede empezar a sentir miedo cuando percibe que a dicho
sistema le va llegando su hora y que va directo a su destrucción (“y quién seré
ahora?”). Cuando estamos bajo un fuerte proceso plutoniano ya no nos es posible
mantener vivo aquello a lo que le llegó su hora, y nuestras identidades se
resisten a entregar la esencia de lo aprendido a nuestra alma, que ahora puja
por desintegrarlas y desarmarlas. Y lo que usualmente hacemos es oponer
resistencia con uñas y dientes. Y ahí es cuando entra en escena la “violencia”
plutoniana, que asegura que el traspaso se hará, aun cuando ellas pataleen y
griten. Y seguir resistiendo sólo contribuye a acumular frustración y
sufrimiento porque un tránsito plutoniano intenso es simplemente un despertador
(que por nuestro pataleo vivimos como crisis) que pone sobre la mesa y en plena
luz del día, en plena evidencia lo que YA ESTABA ahí pero no se quería ni
queríamos ver. ESE será el material, el sustrato de la transformación necesaria
para continuar el proceso. Por eso es que cuando a un sistema colectivo (como
ahora actualmente ocurre con el capitalismo) le llegó su hora, todo tipo de
cosas que estaban reprimidas, negadas y no expresadas comienzan a aparecer: las
sombras colectivas se levantan en plena luz del día pidiendo ser integradas a
la conciencia del momento: todo lo excluido demanda nuestra atención con una
fuerza tal que ahora sí que no podemos mirar hacia otro lado.
La mejor forma de transitar un movimiento
plutoniano fuerte es colaborando con la destrucción interna de todo lo que ya
no es funcional al momento, comprendiendo que la “muerte psíquica” de
identidades que cargamos solamente deja mayor espacio para que emerjan las
adecuadas al momento, a medida que vamos llevando a la luz todo lo que estaba
escondido en el baúl de las represiones y de las sombras psíquicas, pues en
realidad lo que vivimos como un final que da miedo es simplemente una
transformación, del mismo modo que el proceso regido por Plutón que más miedo
nos da – la muerte- es simplemente un traspaso de frecuencias, matemáticamente
hablando.
En resumen, Plutón es la fuerza, la
intensidad y la violencia necesaria para que la esencia de una forma sea traspasada
a otra forma. Es la destrucción requerida para que las formas, los patrones y
esquemas cristalizados, que llevan mucho tiempo asentados del mismo modo
permitan su desintegración para que la fuerza vital pueda continuar su proceso
ahora en otra forma y bajo otro esquema o patrón. Es la violencia que propicia
el traspaso y que genera la desintegración que permitirá que una nueva vida emerja,
que contiene también el material de la anterior pero ahora sirviendo a una
nueva forma. Por este motivo se asocia este planeta a la muerte y la
resurrección, que es una forma de aludir a las transformaciones profundas y
radicales, donde nada queda exactamente igual que antes.