El punto es que este hecho muestra que el quehacer astrológico no depende únicamente de un "corpus de conocimiento" transmisible a través del tiempo vía libros o enseñanzas, sino que -sobre todo- depende de nuestra perspectiva y grado de conocimiento, experiencia y conciencia que tengamos sobre los asuntos que estamos examinando, y por lo tanto, estos son tan o más importantes que el mero estudio astrológico especializado (por este motivo en la formación profesional que aquí se ofrece examinamos las bases de paradigmas recientes en salud y en el trabajo con el inconsciente, entre otros contenidos que revisamos). Esto genera en la práctica que haya una infinidad de perspectivas astrológicas sobre un mismo tema y no sólo por los distintos tipos de astrologías sino porque quienes las practicamos tenemos distintas perspectivas y experiencias. Y ante esto, no hay rigor científico en el que apoyarse como muleta, por lo que cada uno debemos navegar hacia lo que más resuene con las verdades que nos laten en lo profundo e ir poniéndolas a prueba con la evidencia que tengamos.
Por eso, nunca me canso de recomendar a alumnos o interesados en la astrología que no se limiten ni se encajonen en ella, porque hay una parte del conocimiento que es experiencial y que sólo cada uno de nosotros podrá destilar. Y tampoco me canso de decirles que observemos los sucesos y la evidencia, porque ahí está una base del conocimiento astrológico. Es ahí donde hay que mirar, por lo que nuestras hipótesis astrológicas deben ser contrastadas con esa evidencia, y hemos de tener la suficiente honestidad para reconocer cuando ellas no se corresponden de la manera que esperamos con dicha evidencia.