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Un lindo fractal. |
Con esto quiero decir simplemente que no hay cartas astrales “buenas” ni cartas “malas”, así como tampoco hay planetas, aspectos o signos “buenos” o “malos”. Sólo hay cartas perfectas, ya que ellas responden al diseño del universo como entidad viva y aplicables al proyecto de vida del alma en su encarnación aquí en la Tierra. Es por ello que para acceder a la comprensión de los contenidos que nos ofrece una carta, tenemos que tomar en cuenta que estamos frente a algo que ha sido concebido por fuerzas y energías que se hallan más allá de nuestras aparentes dualidades, y de las que tenemos aún mucho por descubrir desde nuestra humana mirada, tan proclive a dividir la totalidad en parcialidades o polos, muchas veces supuestamente excluyentes entre sí.
La carta da cuenta de una visión de totalidad, que debido a las limitaciones de nuestro “hardware” humano tendemos a percibir de forma fragmentaria, lineal o consecutiva en el tiempo, en lugar de simultánea y total. De este modo, tenemos que ver con todas las energías allí representadas, aunque en ocasiones tendamos a identificarnos sólo con algunas y poner a las demás fuera, como si nada tuviésemos que ver con ellas. De aquí que la carta es una excelente herramienta para el proceso de integración de estas facetas de la Totalidad en nosotros y en nuestra estructura “interna” (que alberga, por tanto, la misma totalidad). La manera que la vida tiene de hacer este movimiento de integración es a través de nuestros caminos de vida -planificados por nuestra alma-, con todos sus sucesos, puntos críticos y de inflexión, que en la experiencia concreta y cotidiana se van desplegando en forma de situaciones precisas, períodos de aprendizaje, crisis/oportunidades, y en definitiva en todo aquello que nos mueva o conmueva de forma profunda, en cualquiera de las áreas de experiencia de nuestra vida diaria (esquematizadas en una carta a través de lo que conocemos como “casas”).
Es en el marco de este proceso integrativo para la Conciencia en nosotros que se hallan encuadrados todos los acontecimientos y experiencias del día a día, desde lo más “mundano” a lo más “etéreo” (diríamos desde la visión dual, para entendernos), motivo por el cual puede verse que finalmente cada evento tiene su parte funcional a un plan mayor, trazado con anterioridad por la arquitectura del cosmos a la que se ajustan los proyectos de nuestra alma, pero que sin embargo no es rígido y no tiene un único resultado posible, sino múltiples –quizá infinitos- potenciales que serán finalmente transformados en hechos y trayectorias vitales a través de nuestras decisiones y resoluciones -sean estas conscientes o no- que finalmente se transforman en actos, consumándose así el flujo correspondiente.
De este modo, creo que es preciso tener claro que una carta da cuenta de un orden maravillosamente perfecto y organizado de tal forma que todavía nuestra conciencia, en tanto siga dirigida hacia la fragmentación en vez de hacia la integración de contenidos, le puede resultar bastante complejo captar, elaborar y disfrutar. En este contexto, el seguimiento de la propia vida como un proceso de gradual integración de informaciones y energías (entre las que podemos citar, por ejemplo, a la popular “sombra”, es decir, a aquellos aspectos de nosotros mismos que no conocemos) cobra mucho sentido cuando se apoya en una herramienta como la carta, ya que nos proporciona una visión más amplia de la que seguramente teníamos, a modo de una especie de “mapa de caminos” que nos da una mano a la hora de determinar rumbos a seguir. Nos convertimos en navegantes con algo más de conciencia acerca de dónde estamos, dónde hemos estado y hacia dónde vamos, lo cual suele ser mucho más provechoso que comenzar a preguntarnos nuestro rumbo solamente cuando algún golpe aparentemente venido “desde fuera” nos impacta de tal forma que hacemos una crisis o comenzamos a acumular vivencias conflictivas en las que nos vamos hundiendo sin saber su sentido ni su propósito en el gran esquema de las cosas. Sin esta comprensión todo puede resultar bastante más complicado o trabajoso de lo que potencialmente podría ser. Vamos perdiendo así la alegría y el disfrute de los propios procesos de experiencia y aprendizaje.
Como el proyecto que el alma tiene interés en desplegar en esta vida es funcional y armoniza perfectamente con la estructura energética desplegada en la carta respectiva, se hace claro que toda visión o elaboración astrológica que parta del “bueno” o “malo”, da cuenta de una conciencia habituada a la fragmentación que habla desde lo que hasta el momento piensa que “es”, dejando fuera todo lo que considera que “no es”. De este modo, perdemos de vista la insondable perfección del conjunto de las cosas, en donde todos los esquemas y trayectorias posibles encajan maravillosamente de modo completamente armónico con el desenvolvimiento de la existencia en toda su multidimensionalidad. El sello del universo parece ser la totalidad desplegándose en cada una de las partes o estructuras aparentes que lo pueblan, y eso claramente nos incluye a nosotros, focos de la conciencia experimentándose en su faceta humana y multidimensional a la vez.